Lo que escribimos es lo único que quedará de nosotros.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Valeria

No encontraba el abrebotellas. Y lo necesitaba. ¿Dónde coño lo había puesto? Estaba ya en la tesitura de cómo conseguir quitarle la tapa con los dientes, cuando encontró lo que estaba buscando. Las lágrimas brotando a litros de sus ojos no hacían nada fácil la búsqueda. Abrió la botella, y probó un sorbo. “Amargo y dulce.. Perfecto para hoy”

Desde la planta superior se podía oír perfectamente y a todo volumen, una de esas canciones melancólicas y taciturnas que tanto la gustaba escuchar cuando se hallaba rota. Porque estaba rota. Rotísima. Requete-rota. Y lloraba. Hablaba sola sobre no sé qué de una mierda que parece que no va a solucionarse o algo así. A mí me lo han contado, yo no estaba viéndola desvariar… Desvariaba mucho. Hablaba sola a menudo. Lloraba. Fumaba. Ah, pero ya no. Ahora la cerveza era su amiga. Cerveza roja; amarga y dulce, como ella, como su sonrisa a medias. Ahora cantaba canciones a media voz, dejaba botellines a medias, era medio feliz… Estaba incompleta.