Lo que escribimos es lo único que quedará de nosotros.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Olvídame

Cada lágrima que derrame, será un demonio menos envenenándome por dentro. Demasiado tiempo me ha llevado darme cuenta, de que los hilos los manejas tú. Y qué horror no poder cortarlos. Me haces creer que sí. Que soy libre para decidir. Pero tus ojos hablan solos. Y los míos obedecen. Lo odio. Te odio. Mucho y muy fuerte. No puedo hacer nada. Gritar, tal vez... Rebelarme de nada sirve, pues me enredo yo sola en la maraña que has ido hilando a mi alrededor con el paso del tiempo. Olvidar... Tampoco. Olvidar es sinónimo de curarse, y esta herida está lejos de cicatrizar. Aún supura tu nombre si me descuido. Aún sangra el amor que evaporamos en tardes calurosas de un verano que terminó en Julio. Aún te recuerdo. Aún tienes poder sobre mí. Aún te quiero. Pero yo no lo sé. Ni quiero saberlo. Ni debo. Ni debes. Olvídame. Tal vez entonces yo pueda. Tal vez entonces me libere de tu yugo...

domingo, 24 de noviembre de 2013

ESCRITURAMA, Corazón de Sapo #10

¿Cómo decir adiós?
Nos preparan para enfrentarnos a difíciles dilemas matemáticos sobre la densidad de un cuerpo que desaloja X volumen de un líquido con un área basal Y, en cambio nadie nos dice lo maravilloso que es sentir el roce de la piel de un cuerpo desnudo, abrazado al nuestro, acompañado del suave masaje del agua en una bañera. Nos enseñan a manejar con una destreza básica la lengua, y la gramática, pero a la hora de dar nuestro primer beso no tenemos ni idea de qué hacer con ella. Diseccionamos ranas y pescaditos, evaluando sus órganos e indagando en su interior, pero a la hora de interiorizar en nosotros mismos... Nada. Nos dicen que comamos sano, entonces... ¿el orgullo qué? Seguro que se sacan de la manga que es bueno para el colesterol. Y ¿cómo decir adiós...? ¿Qué estrafalario beneficio contiene? Nadie nos enseña nunca a reparar un corazón roto. Los médicos curan infartos, no desamores. Quizá deberían plantearse una reforma educacional...

martes, 12 de noviembre de 2013

ESCRITURAMA, Letra de Imprenta #8

Cartas con destinatario desconocido
Querido X,
¿Cómo pretendes mirar al futuro de cara, si tienes tu pasado aún pegado al culo? Disculpa la grosería, pero no lo entiendo. Una solución elemental para avanzar en la vida, es dejar atrás aquello que te ancla al dolor sufrido. Es decir, no pienses el daño que te hicieron, o si no supieron ser el pilar de tu vida, mira lo que tienes frente a ti, y pregúntate si merece la pena arriesgar. Pero no bajo el prejuicio de aquello que has experimentado. No puedes juzgar a todo el mundo con el molde de aquellos que te hicieron daño. No puedes juzgarme sin conocerme, sólo porque Ella te destrozara. No puedes tratarme de débil si no me dejas intentarlo. Si antes no supieron ayudarte, no significa que yo no sepa. No busques excusas para rehuírme. Estás asustado y es comprensible. No eres objetivo. Yo entiendo todo eso que te pasa. Y me frustro, porque no me dejas ser partícipe. Porque te encierras en ti mismo. Porque cada día hay una nueva excusa. Porque cada vez que nos vemos es un constante "lo siento, no puedo. Espero que no te enfades". Y yo, como idiota que soy, sonrío y asiento pacientemente a cada negativa, mientras por dentro me deshago en rabia. Pero rendirse nunca fue una opción, y la paciencia es un don con el que la experiencia me ha dotado. Puedo esperar. No eternamente, pero tu coraza no va a ser siempre infranqueable. Y yo pienso estar ahí en cuanto se atisbe una grieta. Pienso estar ahí con los brazos abiertos para recogerte cuando no puedas más y te ahogue tu propio aliento. Estoy ahí, aunque no me veas. Dispuesta a todo.

viernes, 1 de noviembre de 2013

ESCRITURAMA, Letra de Imprenta #6

Pandemia
Y como el paciente artesano que hace relojes del principio al fin de su vida, ella confeccionaba corazas y fortalezas. Era arquitecto del corazón, se protegía a sí misma de todo el dolor que causaba esa vírica y cruel enfermedad que es conocida con el eufemismo de "amor". Sudores fríos, taquicardias, leve distorsión de la realidad... Son tan sólo algunos de sus síntomas más leves. Ella los conocía, y en su día estuvo infectada, hasta tal punto que casi muere en la búsqueda de una cura.
Los primeros estadios no son peligrosos, casi se puede denominar agradables... Cosquilleos en el estómago, sonrisas sin sentido... Pero luego... Ay. Luego llega el dolor. En cada despedida. En cada desacuerdo. Un dolor lacerante cuando no te sientes correspondido. Un dolo ácido y penetrante cuando te sientes utilizado... Va deshaciéndote por dentro. Quemándote. Consumiéndote.
Ella se curó. A base de edificar cada día un nuevo muro, un nuevo y actualizado método de protección. Sin darse cuenta, de que dentro de esos muros se quedó una pequeña parte del ladrón de órganos del que se infectó sin remedio. Suficiente, para mantener la enfermedad latente en su interior. Ella fingía no darse cuenta. Pero estaba allí, y cada día lo arropaba más. Él sólo esperaba el día, en que la enfermedad estuviera tan avanzada, que no pudiera vivir sin su compañía. Él esperaba. Estaba enfermo. Como el que más. Y no quería curarse. No, mientras hubiera una pequeña esperanza...

14ª Jam en Diablos Azules (vía web)

Qué fácil era quitarle la ropa… No tanto, convencerle para verse. Aún así, casi siempre lo lograba. Pero el corazón… estaba totalmente desmembrado. A veces intentaba convencerse de que nada podía hacer por recuperarlo... 
Cada segundo que no hablaban, moría un ápice de la esperanza que tenía por demostrarle que ella era la oportunidad definitiva, aquella que se negaba a conceder. Y se frustraba… Tanto, que cuarenta días después, y mil doscientos besos perdidos, decidió inmolarse, cuando le vio en brazos de otra. Sí. Había vuelto a amar. Con el corazón que ella le entregó…