Lo que escribimos es lo único que quedará de nosotros.

domingo, 31 de marzo de 2013

Espectros eternos

Una parte de mi se ha quedado anclada en aquél banco. Un diminuto espectro, eco de lo que soy sigue allí sentado, bajo un manto de hojas marchitas.
Vé pasar la gente, los días, los meses... Se pregunta si volveremos a buscarlo. Tiene frío y está sólo. Vive del recuerdo de unas horas, aferrándose a las palabras que aún hoy siguen suspendidas en el aire.
Quedó atrapado en la letanía de ese mantra que se repite en mi mente una, y otra, y otra vez... "Somos siempre este instante" dijiste, y una parte de mí siempre permanecerá anclada al ajado banco en el que una tarde de octubre, por increíble que parezca, fui feliz.

viernes, 29 de marzo de 2013

Recuerdos...

Volver debería ser fácil. Reencontrarse con el pasado nunca lo es.
Son las mismas 4 paredes que dejaste atrás, son casi 8 años de recuerdos y vivencias. Será siempre tu origen, pero reencontrarse con el pasado a veces duele, sobre todo si corres en todas direcciones intentando dejarlo atrás. Al menos a una mínima porción, la más cruda por lo general. Volver dócilmente es como rendirse a los recuerdos...
Están por todas partes... Ya no sólo es esa habitación, si no la casa entera...
Hay viejos pensamientos colgados como pósters sobre las paredes, avanzas por las diferentes estancias y vas ojeándolos como si fueran los cuadros de algún artista incomprendido.
Es terrible descubrirte a ti mismo desde una nueva perspectiva. No va a hacerte retroceder en tu desesperado avance, pero temes que alguna de esas antiguas pinceladas de acuarela te absorban a su interior si pasas demasiado tiempo ante ellas.
El exterior es la continuación de esa extravagante galería de arte. Claro que, tienes más libertad de movimiento y mucha más amplitud. Puedes moverte sin temor a ser engullido por los recuerdos, pero aún así, totalmente consciente de ello evitas ciertas calles...
"Oh, ahí fue donde... Mh... Mierda..."
Y así una tras otra... No hay mayor escapatoria que en el interior, pues llevas tu pasado pegado a la suela de los zapatos. Por mucho que te empeñes en cambiar de calzado.

jueves, 21 de marzo de 2013

5ª Jam en #DiablosAzules

Martes. Suena el puto despertador un día más. No se me volverá a ocurrir poner una canción tan bonita como alarma del móvil, acabaré odiándola, como a ella. Sí, ella... Esa zorra estirada del metro... Con sus morenas piernas kilométricas bien a la vista, cuyo nacimiento oculta, siempre, una diminuta minifalda elástica.
Un color para cada día de la semana. La misma cara de idiota con un ego desbordante a diario. La odio. A esa fresca, y a sus ganas de meterse donde no la llaman.

Los historiadores infantiles la coronarían como "la mala del cuento", los novios infieles como "la otra".
Se acabó cariño, no volverás a repasarme con la mirada desde tu asiento, riéndote por dentro de mis cuernos, de los que eres culpable. Bueno, tú, y el capullo de mi novio. Él al menos intenta disimular su infidelidad con una ración doble de sexo cada noche. Realmente no debería tener queja, salgo beneficiada y todo... Lo que realmente me jode es esa miradita tuya de superioridad, todos los jodidos días, mismo vagón, mismo metro...

Puto despertador... ¡Que ya te he oído coño!

Cojo el móvil de la mesita, y aún con las telarañas del sueño nublándome la vista logro leer la nota de mi agenda que me recuerda las tareas de hoy. Dice así: "MÁTALA... Y compra helado de chocolate, que se ha terminado".

Aún en la cama sonrío socarrona al imaginarme acorralándola en un callejón, descargando mi furia con ella.
Visualizar mis robustas botas militares encontrando su cráneo y astillándolo de un pisotón contra el suelo es casi orgásmico.

No me entretengo más, o perderé ese metro, y con él la deliciosa oportunidad que me brinda esa mañana.

lunes, 18 de marzo de 2013

Hablando de botones y pizza

Todo pantalón vaquero tiene un botón. No es de esos botones que se aprietan y desencadenan una acción. No, esos botones se desabrochan, están para eso, es su función vital.
Imagínatelo, estás de pie en una cocina, el calor del horno escapándose por los resquicios de la portezuela. Una pizza carbonara en su interior. Mhh... Huele a pizza.
Un ligero cambio del peso corporal de la pierna sana a la operada años atrás y... "Ay, mi rodilla.." y él, mudo, se agacha, aborda con ambas manos el lugar exacto del que procede aquél chasquido, se desplaza por ti, alejándose del foco del dolor. Le indicas de nuevo ese punto que sólo necesita un roce para desencadenar toda una colección de gemidos quejicosos, pero permaneces en silencio, paralizada por la calidez del contacto.
Te apoyas contra el umbral de la puerta, has cambiado de nuevo el peso de tu cuerpo, sobrecargando la pierna sana, que solidaria con su hermana enferma recibe la carga extra sin quejas.
Te mira desde abajo con las manos aún sobre tu rodilla. No alcanzan el muslo, no llegan a provocar ese suspiro placentero sucedáneo del orgasmo, que se suele escapar de entre tus labios cuando, bien de forma casual o intencionada el interior de tus piernas recibe una caricia.
Sigue ahí, a tus pies, mirándote. Aparta con lentitud sus manos. Quieres quejarte, la calidez se ha esfumado, dejando tras de sí un frío incómodo. Pero no te da tiempo a decir nada; sus dedos encuentran el botón de tu vaquero, y sin esfuerzo lo desabrochan.
Tras él la cremallera cede con un suspiro y se deja bajar sin oponer resistencia.
La lentitud te está matando, pero no eres capaz de romper ese ritual que sabes, tanto le gusta.
Tu mente ya hace rato que fantasea con las manos que han empezado a desnudarte. Tratas de parecer impasible.
Te mira de nuevo, desde abajo, y ya no hay nada que hacer... Te toma un instante de las caderas para acercarte a su boca, rompiendo así la ínfima distancia que os separa.
Te besa ahí, justo ahí donde empieza la tela de tu ropa interior, hoy negra.
Deja la humedad de sus labios y se va. La pizza humea. Él parece ignorar lo que realmente quema aquella noche en la cocina...

domingo, 10 de marzo de 2013

4ª Jam en #DiablosAzules

Aún no entiendo por qué. ¿Qué le habrá llevado a irse así? Ni siquiera ha llevado maleta. Ha sido tan apresurado, tan violento, tan impulsivo... Ha cargado una mochila mediana, ha olvidado premeditadamente sus llaves sobre la cestita del recibidor, y se ha ido. Es que, ahora que me doy cuenta, tampoco se ha llevado el cepillo de dientes. Ese que dejó en mi casa tras la tercera cita... No por Dios, "cita", no... Las personas que definen cena con posible, o muy posible, primer encuentro sexual como "cita" merecen que alguien, el individuo más cercano a ser posible, le lance con toda su fuerza una robusta zapatilla a la cara. Que le escueza durante días, que sienta la nariz hinchada y dolorida, por moñas.

Sí, ese cepillo azul de marca desconocida, ese que nos acompañó tantas noches después de una ligera cena, ambos frente al espejo, dejando a nuestros reflejos vivir su instante romántico. Nosotros ya teníamos los nuestros, pero ellos sólo se abrazaban cuando por un casual pasábamos por delante de un escaparate, o ante una fila de coches aparcados junto a la acera. En cada una de las ventanillas estallaba un beso. Pobres reflejos... Arrastrados por el impaciente paso de los reflejados...

Se ha ido... Aún me cuesta creerlo... Me lo repito como un mantra en voz alta, con la esperanza de asumirlo. Pueden haber pasado días desde que se fue, no lo sé... Yo me desplomé sobre el sofá y desconecté del Mundo. No, el Mundo no perdió sentido, el Mundo se apagó por completo...
¿Días? Qué digo días, ¡semanas! No lo sé a ciencia cierta. Tan sólo me levanto del sofá para orinar, dar un trago al brick de zumo que hay abandonado sobre la encimera de la cocina, y regresar furtivamente al baño, como si siguiera en casa. Debo ir en silencio... La puerta ha chirriado un poco, ¡mierda! El grifo aúlla al accionarlo, paso el cepillo un instante por debajo, tan sólo un instante, vaya a ser que se pierda la esencia salada y con regusto a mentol recuerdo de su saliva. Y, aunque ya no esté, a escondidas uso su cepillo de dientes...

viernes, 8 de marzo de 2013

Escribiendo en el metro..


Me mira una chica triste y sombría,
su sonrisa del revés fue alguna vez deslumbrante
y maravillosa.
La mirada se le cae por los extremos,
la primavera de sus ojos hoy, es un gélido invierno.
Bajo su camiseta se intuye el escarlata,
tiene el corazón herido de muerte.
Necesita puntos urgentemente.
Gota a gota se desangra ante mis ojos,
muy lento...
Su gesto no cambia,
impasible.
Quiero decirle que el dolor y el sangrado cesan.
Quiero estar cerca.
Avanzo.
La alcanzo.
Choco contra mi reflejo
y lloro.

sábado, 2 de marzo de 2013

Sábados con complejo de domingos

Nadie es perfecto. Yo por ejemplo, tomo el café demasiado dulce. Dicen, aunque a mi parecer exageran, que tres cucharadas de azúcar son muchas.
Odio los paraguas y llevo capucha a regañadientes, no es de extrañar entonces que cada vez que llueva y dé la casualidad de encontrarme en la calle, enferme.
Absolutamente todas las mangas de mis abrigos me quedan largas, una manía más en mi amplio repertorio.
Soy totalmente incapaz de comerme una mandarina si no es acompañada de un pedazo de pan.
Siempre beso con los ojos cerrados y siento como si fuera el primero, cada abrazo que recibo.

 Como ya dije, nadie es perfecto. Yo no lo soy.