Lo que escribimos es lo único que quedará de nosotros.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Valeria

No encontraba el abrebotellas. Y lo necesitaba. ¿Dónde coño lo había puesto? Estaba ya en la tesitura de cómo conseguir quitarle la tapa con los dientes, cuando encontró lo que estaba buscando. Las lágrimas brotando a litros de sus ojos no hacían nada fácil la búsqueda. Abrió la botella, y probó un sorbo. “Amargo y dulce.. Perfecto para hoy”

Desde la planta superior se podía oír perfectamente y a todo volumen, una de esas canciones melancólicas y taciturnas que tanto la gustaba escuchar cuando se hallaba rota. Porque estaba rota. Rotísima. Requete-rota. Y lloraba. Hablaba sola sobre no sé qué de una mierda que parece que no va a solucionarse o algo así. A mí me lo han contado, yo no estaba viéndola desvariar… Desvariaba mucho. Hablaba sola a menudo. Lloraba. Fumaba. Ah, pero ya no. Ahora la cerveza era su amiga. Cerveza roja; amarga y dulce, como ella, como su sonrisa a medias. Ahora cantaba canciones a media voz, dejaba botellines a medias, era medio feliz… Estaba incompleta. 

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Olvídame

Cada lágrima que derrame, será un demonio menos envenenándome por dentro. Demasiado tiempo me ha llevado darme cuenta, de que los hilos los manejas tú. Y qué horror no poder cortarlos. Me haces creer que sí. Que soy libre para decidir. Pero tus ojos hablan solos. Y los míos obedecen. Lo odio. Te odio. Mucho y muy fuerte. No puedo hacer nada. Gritar, tal vez... Rebelarme de nada sirve, pues me enredo yo sola en la maraña que has ido hilando a mi alrededor con el paso del tiempo. Olvidar... Tampoco. Olvidar es sinónimo de curarse, y esta herida está lejos de cicatrizar. Aún supura tu nombre si me descuido. Aún sangra el amor que evaporamos en tardes calurosas de un verano que terminó en Julio. Aún te recuerdo. Aún tienes poder sobre mí. Aún te quiero. Pero yo no lo sé. Ni quiero saberlo. Ni debo. Ni debes. Olvídame. Tal vez entonces yo pueda. Tal vez entonces me libere de tu yugo...

domingo, 24 de noviembre de 2013

ESCRITURAMA, Corazón de Sapo #10

¿Cómo decir adiós?
Nos preparan para enfrentarnos a difíciles dilemas matemáticos sobre la densidad de un cuerpo que desaloja X volumen de un líquido con un área basal Y, en cambio nadie nos dice lo maravilloso que es sentir el roce de la piel de un cuerpo desnudo, abrazado al nuestro, acompañado del suave masaje del agua en una bañera. Nos enseñan a manejar con una destreza básica la lengua, y la gramática, pero a la hora de dar nuestro primer beso no tenemos ni idea de qué hacer con ella. Diseccionamos ranas y pescaditos, evaluando sus órganos e indagando en su interior, pero a la hora de interiorizar en nosotros mismos... Nada. Nos dicen que comamos sano, entonces... ¿el orgullo qué? Seguro que se sacan de la manga que es bueno para el colesterol. Y ¿cómo decir adiós...? ¿Qué estrafalario beneficio contiene? Nadie nos enseña nunca a reparar un corazón roto. Los médicos curan infartos, no desamores. Quizá deberían plantearse una reforma educacional...

martes, 12 de noviembre de 2013

ESCRITURAMA, Letra de Imprenta #8

Cartas con destinatario desconocido
Querido X,
¿Cómo pretendes mirar al futuro de cara, si tienes tu pasado aún pegado al culo? Disculpa la grosería, pero no lo entiendo. Una solución elemental para avanzar en la vida, es dejar atrás aquello que te ancla al dolor sufrido. Es decir, no pienses el daño que te hicieron, o si no supieron ser el pilar de tu vida, mira lo que tienes frente a ti, y pregúntate si merece la pena arriesgar. Pero no bajo el prejuicio de aquello que has experimentado. No puedes juzgar a todo el mundo con el molde de aquellos que te hicieron daño. No puedes juzgarme sin conocerme, sólo porque Ella te destrozara. No puedes tratarme de débil si no me dejas intentarlo. Si antes no supieron ayudarte, no significa que yo no sepa. No busques excusas para rehuírme. Estás asustado y es comprensible. No eres objetivo. Yo entiendo todo eso que te pasa. Y me frustro, porque no me dejas ser partícipe. Porque te encierras en ti mismo. Porque cada día hay una nueva excusa. Porque cada vez que nos vemos es un constante "lo siento, no puedo. Espero que no te enfades". Y yo, como idiota que soy, sonrío y asiento pacientemente a cada negativa, mientras por dentro me deshago en rabia. Pero rendirse nunca fue una opción, y la paciencia es un don con el que la experiencia me ha dotado. Puedo esperar. No eternamente, pero tu coraza no va a ser siempre infranqueable. Y yo pienso estar ahí en cuanto se atisbe una grieta. Pienso estar ahí con los brazos abiertos para recogerte cuando no puedas más y te ahogue tu propio aliento. Estoy ahí, aunque no me veas. Dispuesta a todo.

viernes, 1 de noviembre de 2013

ESCRITURAMA, Letra de Imprenta #6

Pandemia
Y como el paciente artesano que hace relojes del principio al fin de su vida, ella confeccionaba corazas y fortalezas. Era arquitecto del corazón, se protegía a sí misma de todo el dolor que causaba esa vírica y cruel enfermedad que es conocida con el eufemismo de "amor". Sudores fríos, taquicardias, leve distorsión de la realidad... Son tan sólo algunos de sus síntomas más leves. Ella los conocía, y en su día estuvo infectada, hasta tal punto que casi muere en la búsqueda de una cura.
Los primeros estadios no son peligrosos, casi se puede denominar agradables... Cosquilleos en el estómago, sonrisas sin sentido... Pero luego... Ay. Luego llega el dolor. En cada despedida. En cada desacuerdo. Un dolor lacerante cuando no te sientes correspondido. Un dolo ácido y penetrante cuando te sientes utilizado... Va deshaciéndote por dentro. Quemándote. Consumiéndote.
Ella se curó. A base de edificar cada día un nuevo muro, un nuevo y actualizado método de protección. Sin darse cuenta, de que dentro de esos muros se quedó una pequeña parte del ladrón de órganos del que se infectó sin remedio. Suficiente, para mantener la enfermedad latente en su interior. Ella fingía no darse cuenta. Pero estaba allí, y cada día lo arropaba más. Él sólo esperaba el día, en que la enfermedad estuviera tan avanzada, que no pudiera vivir sin su compañía. Él esperaba. Estaba enfermo. Como el que más. Y no quería curarse. No, mientras hubiera una pequeña esperanza...

14ª Jam en Diablos Azules (vía web)

Qué fácil era quitarle la ropa… No tanto, convencerle para verse. Aún así, casi siempre lo lograba. Pero el corazón… estaba totalmente desmembrado. A veces intentaba convencerse de que nada podía hacer por recuperarlo... 
Cada segundo que no hablaban, moría un ápice de la esperanza que tenía por demostrarle que ella era la oportunidad definitiva, aquella que se negaba a conceder. Y se frustraba… Tanto, que cuarenta días después, y mil doscientos besos perdidos, decidió inmolarse, cuando le vio en brazos de otra. Sí. Había vuelto a amar. Con el corazón que ella le entregó…

lunes, 28 de octubre de 2013

ESCRITURAMA, Corazón de Sapo #6

No me quieres cerca de ti, pero tampoco en brazos de otro. No quieres que salga, pero tampoco que me quede en casa. No permites que sonría pero te enfadas si me descubres llorando. Quieres que sea feliz, pero en cambio tú eres la causa de mi desgracia.
No sabes quién eres, y por eso quieres confundirme a mí. ¿Te refieres a eso, cuando gritas que me odias...?

domingo, 27 de octubre de 2013

Poema a dos voces VI

Después de un tiempo sin abrazar el bello arte de poetizar las redes, vuelvo de la mano de @Lagon_93 con un nuevo poema a dos voces. Esperamos que os guste:

>>LAGON<<
>>SWEET<<

Labios rotos,
esperando una cura que los repare.
Un último beso que sepa a luz.
Un tú y yo...

Heridas sanando a golpe de cariño.
Un abrazo sincero que estrangule la oscuridad a dos manos.
Un "nosotros" con sabor a "para siempre".

Un "te quiero" que no engañe.
Que nos cuide a los dos.
Y que entre las sábanas se sienta
el deseo y el cariño...

Un mutuo acuerdo mudo
de sinceridad desnuda.
Miradas que hablen sin labios ni palabras
y silencios cómplices...

...que otorguen caricias dulces.
Y si mis labios ya no tienen remedio alguno,
que mi último beso...

...sea contigo.

jueves, 17 de octubre de 2013

ESCRITURAMA, Letra de Imprenta #4

Separados

Vía sólo hay una. La que les separa de serlo TODO. La que al mismo tiempo les obliga a ser NADA. Bueno… Nada no. Porque al día le faltan horas para todo aquello que quieren contar. Sí. Porque ambos se refugian tras máscaras y escudos. Ambos quieren ser ellos mismos, pero sin serlo del todo. Pues parece que confiar en alguien, es darle permiso para hacerte daño, y ellos ya han sufrido demasiado.

Deberían poder ser felices juntos. Deberían poder abrazarse como hace todo el mundo. Pero vía sólo hay una. La del tren. La que los puede convertir en TODO. La que les condena a ser NADA. Dama caprichosa, la Distancia. Y señorito remilgado, el Olvido.

miércoles, 16 de octubre de 2013

ESCRITURAMA, Corazón de Sapo #4

Presente, futuro, y TÚ

Añorar el pasado es correr tras el viento. Es intentar atrapar entre las manos una brisa, o un rayo de Sol. Trasladar al presente lo que fue ayer, es como poco, imposible. Mas, algunos ilusos (entre los que, por supuesto me incluyo), no cesamos en el intento de revivir tiempos que a nuestro parecer, fueron mejores. Incluso tratamos de resucitar aquello que murió en el olvido.

lunes, 7 de octubre de 2013

ESCRITURAMA, Letra de Imprenta #3

Valeria...
Despierto abrazado por la penumbra de una habitación desconocida. Estoy desnudo, y las sábanas han desaparecido en el abismo que hay a los pies de la cama. En contra de lo que esperaba, no tengo frío. Mi mano izquierda va recobrando el tacto, y bajo mis dedos, una piel de seda. Me embriaga un perfume dulce de vainilla que no me es desconocido. Tengo ese olor archivado en mi memoria junto a un nombre. Valeria... "Pero no... Eso es imposible. Ella... Ella se fue...". Desespero por encontrarle una explicación lógica, que por supuesto, no hallo. Conozco a Valeria desde hace años, y puedo asegurar que esta no es la habitación que recordaba, en la que tantas noches fui Suyo.
Ella duerme, de espaldas a mí. Y antes de plantearme despertarla dedico, que la mejor idea es bordear la cama en busca de respuestas. Comprobar si es cierto. Si es ella...
Movido por la impaciencia tropiezo con el montón de ropa que se acumula en el suelo. Intento no hacer ruido, y me acerco sigilosamente. Bajo la tenue luz que atraviesa la persiana reconozco su "24 grapas", esa puta cicatriz que la atormenta... Es ella. Sin duda. Pero ha pasado tanto tiempo desde la última vez, que quiero cercionarme de que su rostro sigue siendo el mismo. Y...efectivamente. Aunque cerrados, sus ojos siguen siendo magnéticos.

No sé cómo he llegado aquí. Ni creo que importe ahora. Vuelvo a mi lado de la cama, y abrazo el cuerpo que me hizo enloquecer en su día. Tanto...que fui capaz de morir por amor. Por ella.


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Paredes blancas. Un piloto rojo parpadea ahogado por la luminosidad del cuarto. La venda de mi brazo izquierdo se ha quedado adherida a las cicatrices aún frescas, y empieza a molestarme. Cada noche igual... No estoy para bromas, pero mi mente se empeña en transportarme de nuevo a su lado. A la vera de esa paz que irradia su recuerdo... "Ya no está" es el puto mantra de los médicos, "y tú tienes que seguir. Sin ella" ¡Já! Y una mierda. No puedo. Todas las noches viene. Me busca. Me encuentra. Y me lleva con ella a Su Cielo... Mientras vosotros os afanáis en atarme a este Infierno Terrenal.

jueves, 3 de octubre de 2013

ESCRITURAMA, Corazón de Sapo #3

Sucede todas las noches, que batallan en mi cama sentimientos encontrados. La franja de Gaza parece. Y tú, Mahadma Ghandi pidiendo Paz, y ofreciéndome asilo onírico entre tus letras. Somos cómplices en esta locura de cócteles Molotov llamados pesadillas.

ESCRITURAMA, Letra de Imprenta #2

El coleccionista

<<El robo de un cartel publicitario, termina con un herido grave>>
-Hay que ver cómo está el Mundo... ¿Para qué querrán tal cosa? ¡Si es cartón!
-Tss.. habló el que tiene una figura tamaño real de Marilyn Monroe.
-Eh, eh, tú te callas Madonna. Marilyn me quiere, Y está aquí por voluntad propia. ¿A que sí?
-Hgmfghffmgh
-Sí, eso les decías a los invitados de mí. Pero es muy cómodo que hablen de una cuando ésta está amordazada y no puede dar su versión de los hechos. 
-Madonna, o te callas, o cojo la goma de borrar y hago desaparecer esa boquita tuya. Que estás más guapa callada.

Cartas a...

IX

Vengo a llorarte. Sí, como lo lees. Quiero llorar todo lo que he contenido estos meses. y...como no quiero que nadie me vea, pido asilo entre tus brazos. Tápame bien, ¿eh? Nadie tiene por qué saber de esto. No quiero preocupar... Tú a veces me interrogas. Pero es relativamente fácil eludir preguntas para las que no tengo respuesta. Contigo al menos, no hay presiones.
Más que tus brazos, echo de menos los paseos sin rumbo mientras desnudábamos Madrid. Para acabar siempre, cada miércoles, en los mismos locales. ¿Recuerdas aquel día en el que mi rabia se desbocó? Nadie pudo hacer nada, salvo tú, claro... A veces me gusta creer que lo sabes todo. O al menos cuanto yo necesito.
No he sido la única en notar tu ausencia esa semana que huíste a perseguir sirenas por el Mediterráneo. Te hemos necesitado por aquí.

Es 2 de Octubre, cerca de las 3 de la madrugada. Tú duermes. yo... escucho al silencio gritar. En mi cama se bate una ensangrentada lucha por el poder; Nostalgia y Desazón vs Fuerza y Resistencia. Si consigo dormirme, firmarán la paz hasta mañana...

Cartas a...

VIII

Tengo miedo de pensar. O de reconocer que pienso. Ciertas cosas. No sé. Miedo de reconocer que piesno... Sabía que era rara, pero a veces yo misma me sorprendo. Supongo que las verdades siempre causan cierta impresión. Y más si han pasado inadvertidas en un muy oportuno estado latente.
Por ejemplo; reconocer que tienes razón cuando me psicoanalizas, me fastidia de sobremanera. Pues quieras o no, sacas a la luz mis debilidades. Y eso me deja vulnerable. Bajar la guardia es sinónimo de darle permiso a alguien para hacerte daño. Yo no quiero que me hagan daño. Y menos tú, hombre corcho.
Tengo miedo de decir(te) lo que pienso. Bueno, a ti y a todos. Tengo miedo también, de que tengas razón. De que tus palabras derrumben lentamente, piedra a piedra, la fachada cuyos pilares sostienen una falsa rebeldía y autosuficiencia. A veces me gustaría no mirarte, pues parece que me succiones los secretos por la mirada. Aunque supongo (y también odio reconocer esto), que una parte de mi arde en deseos de vomitar todos los temores, fobias, inseguridades y pesadillas. Aunque me deje en carne viva la garganta, por el amargo. Sólo así podría acurrucarme, y esperar temblorosa, el efecto sedante de tus dedos mesando mi pelo, en gesto protector.

Supongo que todos anhelamos ser lo que no podemos. Qué estupidez acabo de decir... La madrugada, que es un dulce delirio. Y yo, que me dejo embaucar por ella.
Fue todo por hoy; 10 de Septiembre.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

ESCRITURAMA, Letra de Imprenta #1

Príncipe destronado

Ya no podemos decir, que somos los favoritos... Nuestro tiempo ha pasado. Las niñas de hoy ya no creen en los príncipes. Ni en las hadas. Ni en el amor... Ya ni siquiera besan sapos. Las "princesitas" (por llamarlas de algún modo), no vuelven a casa al toque de campana de medianoche. Salen a esa hora. No pierden el zapato en las escalinatas de algún palacio. Algunas... pierden las bragas en la alcoba de algún desonocido. No buscan príncipes que las rescaten y enamoren a golpe de poema. No buscan; encuentran. Y se conforman. No le cantan baladas al chico que las gusta para cortejarle; bailan delante de él de forma grotesca...

Ya no tenemos cabida... Quedamos cuatro príncipes. Arthur y Edward son habituales en las reuniones de Alcohólicos Anónimos. El pobre John sufre una aguda Esquizofrenia en su celda del psiquiátrico del Reino. Y yo... El Príncipe Azul... Me he rendido. Estoy condenado a una vida de soledad y tristeza. Ya nadie me busca, ni sueña conmigo. Habéis extinguido a los Príncipes. Estaréis contentas...

lunes, 23 de septiembre de 2013

ESCRITURAMA, Corazón De Sapo #1

En mi cárcel de barrotes de aire, puedo ver el Mundo. Tan ahí... a mi alcance. Pero al mismo tiempo, concenadamente lejos.
Mis sentimientos y yo de algún modo no somos libres... y gritamos libertad hasta desgañitarnos.
Puedo abrir la ventana, alargar la mano a través de ella, e intentar atrapar losrayos del Sol. Tan incorpóreos... como tú cada noche en mi cama.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Cartas a...

VII

El Mundo ha perdido la cuenta de la cantidad de veces que la Noche ha sido descrita sobre un papel. Sólo por poner un ejemplo, yo a veces la pinto como una anciana retorcida, vestida tan sólo con una túnica negra, y cuyos brazos son tan extensos, que son capaces de impedir a su ahijada Catalina ver a su amante, Lorenzo (NOTA: referencia a los nombres de la Luna y el Sol respectivamente. Extracto de un cuento popular infantil).
Tal vez la catalogo de cruel por lo mucho que se me atragantan a mí las noches... Todo hay que decirlo; el día de hoy ya venía torcido desde por la mañana. Que por cierto, es ya 4 de Septiembre. ¿Adivinas la hora? Madrugada; el reloj marca casi las dos.
Mi Gente Menuda no entiende que pase el día somnolienta por restar horas al descanso y dártelas a ti. Claro que, no saben que esto tiene destinatario. Cuando me preguntan la razón de mi cansancio, les digo siempre que "las letras me atraparon"... Qué bien suena dicho así, ¿eh? Pero... cómo explicarles que merece la pena, que eres de los pocos que aún confía en la magia que supone deslizar un bolígrafo sobre el folio, y de la exclusiva minoría que vé en mí dotes de escritora. Sólo te pediré una cosa; SONRÍE, que es contagioso. Y yo quiero ser enferma crónica de esa dolencia.

ANEXO
Parece que el amanecer no va a llegar nunca... Son casi las 7:00 am, y creo que si he dormido dos horas seguidas, es decir mucho. Los gallos están empezando a entonar su canción matutina, cuando yo aún me llego por las nanas.
¿La razón de mi desvelo? Ni idea. Los nervios que he ido acumulando a lo largo del día, supongo.
Voy a pedirle una hoja de reclamaciones al señor comercial encargado de la marca de tilas, que no relajan. No sé.. tal vez sean defectuosas. El sueño dispara la imaginación.

Cartas a...

VI

20 días sin escribirte. Demasiado, tal vez. Pondré la excusa de las turbulencias en mi día a día, a ver si cuela... ¿Que no? Vaya, lo suponía. Pero había que intentarlo.
3 de Septiembre. Madrugada. 20 días muy intensos... Sí es cierto, que te he dejado un poco de lado, querido amigo. Antes, las noches eran sólo tuyas. Me entregaba a ti y a la escritura. A tus cartas. Has sido sustituído por unos días por...gente menuda. Así los llamaba El Principito... Aunque niños y/o jóvenes, es más común.
Por unos días jugué a ser Peter Pan, con mi propio ejército de Niños Perdidos. Olvidé responsabilidades, problemas, dudas, miedos... Nuestro mayor miedo era aburrirnos, pero eso tenía una fácil solución; siempre había algún sitio al que ir a soñar despiertos. Era genial... Tu sms ha sido como el tañido de la campana que finaliza el recreo. Me has devuelto a la Realidad en la que las noches son tuyas y de mis pensamientos. Odio este limbo a medio camino entre Nunca Jamás y la Ciudad de los Adultos. Puedo retroceder y ser de nuevo Peter unos días, pero no puedo avanzar... Os echo de menos Gente Grande. Y también añoro a mi Gente Menuda... No sé cómo lo hago, pero vuelvo a estar sola. "PACIENCIA", Sí. Pero seamos realistas; nadie quiere sentirse lejos de sus amigos. 

Yo estoy lejos... Pero os quiero igual

martes, 13 de agosto de 2013

Cartas a...

V

He encontrado por casualidad (y un poco por intención), el álbum de fotos de la boda de mis padres. No es ninguna obra maestra de la fotografía, y la ceremonia en sí no fue un acontecimiento de dimensiones desproporcionadas, pero verlos sonriendo, besándose... Me hace plantearme preguntas. Como por ejemplo, por qué el Mundo es así, ¿por qué yo no pude disfrutar de ellos? ¿Por qué acabó tan pronto? Y sobre todo... ¿Por qué tengo que quererlos por turnos? Ya sabes lo mucho que te envidio...
Puede que si mi vida hubiera sido una más del montón, mi historia se amontonaría como tantas otras. Puede que yo hubiera sido una apática, que vive porque se supone que es lo que hay que hacer, y no por el mero placer que produce respirar, o sentir un corazón latiendo. Puede que todo tenga una razón, quién sabe... Pero mientas tanto, no puedo evitar devanarme los sesos y lanzarle al silencio mil "por qués" que no obtienen respuesta. Es frustrante.

13 de Agosto, bien entrada la madrugada. Espero que no me pase como ayer; había un enjambre de inquietudes revoloteando sobre la cabecera de mi cama, y justo cuando el tímido Morfeo se aventuraba a darme su beso del Sueño, las malditas lo espantaban y yo, desesperaba retorciéndome en nudos imposibles entre las sábanas... Me resigné a soñar despierta hasta el amanecer, cuando por fin, las inquietudes se quedaron profundamente dormidas sobre la almohada.

Creo que soy un poco egoísta... Yo siempre contándote cosas, desahogándome, y tú... ¿Tú qué? ¿Conseguiste a la princesa?
Nunca Jamás sin Peter es como respirar sin pulmones... Olvidé volar, y Campanilla se fue, cansada de mí. Aquí sólo quedamos los piratas y yo... Hasta los niños perdidos crecieron.
Hazlo por las sonrisas caídas; consigue una barca para remontar el Dwat. Ya, ya sé que el Rey de Badar es estricto con la normativa de los forasteros, no quiero crearte problemas con él. Entonces... Al menos, enciende la llama de la esperanza de nuevo, que con tanta lágrima, a veces se apaga.

Cartas a...

IV

Pienso continuamente en mi vida en Madrid. En lo que viví, lo que podría estar viviendo ahora si siguiera allí. Lo que me espera si algún día vuelvo... Tengo auténtico terror a olvidarme de ello. De vosotros...

Lunes, 12 de Agosto; madrugada insomne, para no variar...
Lo más sensato sería asumir la nueva situación en la que me encuentro. Ser consciente de que en este rincón del Mundo no hay cientos de vagones de Metro atestados de historias e inspiración recorriendo el subsuelo No hay ni una puñetera cafetería, ni librerías, ni tiendas, ni bares con micros y escritores cautivando con su voz. Aquí no hay nada de eso. Aquí, sólo hay recuerdos que no quiero recordar. Si bien es cierto, que en este agujero me queda la poca familia que me sigue queriendo, y eso es importante. De hecho, a parte del aire puro, el agua de manantial, y la conexión con la naturaleza, es el único punto a favor.
Leer sigue costándome horrores... La concentración nunca ha sido lo mío, pero echo de menos ser absorbida por las páginas de algún libro, y transportada a otro Mundo por unas horas. Insistís en que disfrute, que aproveche esto, que me olvide un poco de Madrid. Pero no puedo... Se acerca el Otoño, las lluvias, los paraguas. Pronto el suelo estará tapizado con miles de hojas secas, que entonarán canciones únicas al ser pisadas, y yo voy a perdérmelo... No voy a estar allí en el aniversario con la primera ciudad que me enamoró... Bien sabes tú que "Madrid, de noche y mojada, le llegó al corazón a la joven enamorada". Pero en fin, resignación. Supongo.

Puedo sonar repetitiva en mis cartas; siempre con este drama. Pero la culpa es tuya, que lo sepas. Sí Cuentacuentos, no me mires así, que si paso las madrugadas desgranando mi pena sobre el papel es por tu brillante idea de "vomitarlo todo sobre el folio". Y sí que es brillante compartir un pedacito de mi desazón. No me devolverá mi ciudad, ni mis amigos, ni todo el amor que volqué allí, pero os siento a todos (sí, a los 6 millones que la componéis), un poquito más cerca.
Pero basta de lamentaciones (por hoy). Mañana más. No voy a dejar que os olvidéis de mi.

Cartas a...

III

Madrugada del 9 de Agosto, a eso de la 1 y media. Aunque, la hora da igual. Y...el día también.
El cuerpo de la mujer fue creado para ser definido y amado, ¿no es cierto? Antes de que me preguntes por qué me refugio en sudaderas XXL, te respondo yo; por la misma razón por la que prefiero dormir en una cama de 2 metros de ancho. Por la comodidad. Si bien es cierto, tanto en la sudadera como en la cama, cabemos dos personas. Sí, ¿y qué? Estoy sola. Es un hecho irremediable. Y te preguntarás, "¿Celia, y todo esto a santo de qué?" Pues... Ni la más remota idea. Creo que surge del hecho de que la ropa suelta abraza cariñosamente el cuerpo, mientras que la lycra y las prendas ceñidas, lo estrangulan. Vale, deja de poner los ojos en blanco, ¡pesado! Ya sé que te importa más bien nada el tallaje de mis sudaderas, o el ancho de mi cama. Todo esto era una metáfora para reflejar lo diminuta y sola que me siento a veces... La casa es pequeña y el pueblo también, para qué mentir, pero los noto enormes y holgados a mi alrededor. A veces hay amigos, visita... Aún así sigo sientindo soledad...

Supongo que recuerdas a aquella chica sonrojada y solitaria que pretendía camuflarse en el rincón de aquél bar con su camisa negra, haciendo juego con la tapicería del sofá. La misma chica que cada miércoles se subía a un escenario, escudándose tras un micrófono rojo y un cuaderno. Aquella chica que tras la trinchera de su flequillo buscaba comprensión y afecto en los ojos de la gente que la rodeaba. La misma, que se compró una camiseta nueva para el primer día que aceptó quedar a solas contigo. Ella, se llama Valeria. 
A Valeria el Mundo se le queda enorme. A mi tan sólo me cuelga como una sudadera un par de tallas más grande. Valeria se encoje sobre sí misma y pasa desapercibida. Yo, le sonrío al Universo aunque tenga ganas de llorar. Valeria no encuentra, ni encontrará jamás su sitio. No hay lugar en la Vida para la timidez y la depresión. Yo... Yo encontré el puzzle perfecto en el que encajar. Encontré una rutina, un patrón. Entiende que me han tachado en el mapa, la ruta que tanto trabajo me había costado programar. Entiende que me sienta perdida en apenas 1 kilómetro cuadrado de casas de asobe. Entiende, que los mastodontes de acero, cristal y hormigón sean mi sitio. Yo aquí, no pinto nada... Allí... Hay quien piensa que tampoco, pero al menos no me siento como los muñequitos de nieve dentro de burbujas de agua, condenados a ver caer eternamente los mismos copos...


miércoles, 7 de agosto de 2013

Cartas a...

II

Busco de nuevo el consuelo en tus mudas palabras. En lo que no dices, ni dirás nunca. Palabras que en mi mente, formulo yo por ti.
De nuevo madrugada. Hoy, 7 de Agosto. 27 días. Y qué decir.. Puedo pasar el día entero fuera de casa, silenciar las penas con música, solapar con canciones el run-run que me martillea la cabeza; "no hay nada que hacer, ¡ríndete!" Puedo esquivar la soledad todo el día, pero la noche llega. Y con ella los demonios.
El cielo sigue cubierto. De nuevo, el teléfono no suena trayendo consigo una disculpa. No voy a perder el tiempo esperando algo, que con toda seguridad  sé, no va a llegar. De nuevo, Celia contra el Mundo. Siempre he sido yo contra todo. Yo, contra los demonios capitaneados por Su voz, arrastrándome al abismo. Yo, contra el dolor de una pérdida..tras otra. Yo, contra mi propio destino. Nunca ha habido un "nosotros". Amistades pasajeras, amores fugaces, sentimientos de juguete..
Espero que por una vez, la distancia no haga el olvido. Espero que mi nombre quede grabado en vuestra memoria el margen de tiempo suficiente, hasta mi regreso. Espero haber hecho las cosas bien. Espero no tener que esperar demasiado.

martes, 6 de agosto de 2013

Cartas a...

 I

Me has dicho que escriba cartas. Pues bien, eso hago.
Es un 6 de Agosto a la 1 y 20 minutos de la madrugada. Me siento enrome dentro de mi casita de muñecas. A fin de cuentas, es lo que es; un espacio en el que estar. Sin nadie para compartirlo. Habitaciones llenas de un vacío denso y pegajoso. Mi única compañía esta noche es el zumbido de la bombilla, y el lejano cri-cri de los grillos.
El cielo está nublado. Hoy no hay estrellas. O al menos a la vista. El Mundo está cogiendo por costumbre dejarme de lado.. Podría decirse que he perdido a mi familia. No, no han muerto. Pero sí nuestra relación. Sé que hay una pequeña porción de individuos con los que comparto apellidos, que aún quieren considerarme pariente. Es un consuelo.. Aunque, a pesar de todo, me siento muy sola. No sé si te has fijado en que sólo pongo dos puntos suspensivos. Es una mala manía, lo sé, pero míralo así; es como dejar un suspiro a medias, como bloquear el llanto en el preciso instante en que va a estallar, frenar las emociones para que no se desboquen.
Llevo la cuenta de los días que llevo aquí, en la libreta que me regalásteis por mi cumpleaños. Con este, son ya 26 días. 26 días de emociones reprimidas y esperanza en vano. Supongo que llevo 26 días esperando una disculpa, una llamada, una invitación para volver.. Y a cambio, sólo amenazas e insultos. Dolor, y vacío.
El nudo que tengo dentro, aprieta tanto que tengo la sensación de que en cualquier momento me partiré en mil pedazos. Como un diamante de cristal, que soporta miles de intentos por ser rayado, pero se desmenuza al golpearse contra el suelo..

Hoy probablemente no, y mañana tampoco. Supongo que algún día de estos me tocará ser feliz, ¿no?

jueves, 1 de agosto de 2013

#MicroCuento

Anoche me encendí un cigarrillo. Odio el sabor del tabaco. Toso, y me escuecen los ojos pero...necesitaba sentir una quemazón en la garganta, que no fuera producto de las lágrimas

Madrid, te echo de menos...

La soledad de esta casa se siente en el aire. Se queda frío. Estático. Tan huérfano de vida, como atestado de recuerdos. Están por todas partes... Fotogramas mudos, o retazos de conversaciones sin imagen. Y es una putada... Yo, que quería huir de todo, me veo enjaulada en esta celda de nostalgia...

Mis días son eternos. Copias unos de otros. Sin apenas variación... Monotonía.
Querría leer, pero las letras danzan ante mis ojos y es imposible. La televisión aburre. Y escribir... Escribir duele. Si pudiera desear algo, volvería a la ciudad cuyo nombre resuena en mi cabeza las 24 horas del día...
¿Que por qué? Sencillo. Porque allí las calles no me escupen miradas de odio, sólo tal vez indiferencia. Porque allí mi historia y yo encajamos a la perfección. Porque mi vida rima con Madrid...

¿A qué huele la Noche?

El frescor de la Noche huele diferente... Huele...al amor que emana de la pasión de una pareja. Huele, a la embriaguez de los jóvenes que celebran la vida con brindis sin sentido. Huele, al salitre de las lágrimas de una mujer que acaba de perder cuanto amaba. Huele al deseo, que pende entra dos desconocidos que se espían a través de las cortinas.
La madrugada huele a nostalgia, a vida, a presente y a pasado.

Sólo la Noche me entiende

Si alguien por casualidad, asomara la cabeza por la ventana a eso de, digamos... Las dos de la madrugada, y descubriera a su vecina acurrucada sobre su tejado, estoy segura, de que ese alguien se alarmaría y a partir de entonces a sus ojos, su vecina sería una loca.
Yo no estoy loca. Pero si te asomaras por la ventana, y miraras con atención, me verías en algún tejado. Escribiendo lo que ahora tú lees...
¿Que por qué a estas horas? ¿Que por qué en el tejado? ... Porque la Luna espera a que todos duerman, para susurrarme palabras de consuelo mientras le lloro en silencio... No debe oírnos nadie. Sólo los grillos le hacen los coros a mi llanto. Sólo los gatos se atreven a cantarle al cielo sus correrías de la jornada. Sólo los lobos comparten mi anhelo y mi nostalgia. Sólo la Noche me entiende.
No estoy loca. Estoy en el tejado.

martes, 9 de julio de 2013

Poema a dos voces V

Y una vez más, como fruto de la repentina inspiración poética de @Lagon_93, un poema a dos voces. Disfrutadlo.
>>LAGON<<
>>SWEET<<


¡Tengo ganas de poemas!
De cantarle a la luna resplandeciente cuan candente
es mi amor.

                                                                     Tengo ganas de llorar de alegría y no por las penas,
                                                                     de cegar al mundo de mi sonrisa y su esplendor...

De que un te quiero saliendo de mis labios
atraviese la tierra...
¡y se haga escuchar!

                                                                     De que mis ojos miren, y un día evoquen,
                                                                     y pueda de los recuerdos disfrutar..

Que la melancolia no sea un pesar,
sino un lugar en el que me pueda refugiar...

                                                                    Que la nostalgia no ahogue,
                                                                    que sea una vitrina por la que pasar...

...y que el mañana refleje el ayer.
¡Dandome fuerzas para volver!

                                                                    Que el pasado no persiga, que acompañe,
                                                                    que los recuerdos sean motivo para crecer..
.

domingo, 7 de julio de 2013

#MicroCuento

..dispararé a quemarropa. No me importará nada que no sea mi munición. Te voy a dejar lleno de besos. No protestes. Es inútil.

sábado, 6 de julio de 2013

#MicroCuento

"Lo que escribimos es lo único que quedará de nosotros" dijo la pluma entre estertores, vaciándose de tinta...

13ª Jam en #DiablosAzules

Mi último recuerdo de la guerra, fue el día de la muerte de mi hermano... Como cada jueves de verano, yo había huido a la ribera del río. Como cada jueves, me desnudaba y nadaba sin prisa, contracorriente. Hasta que los músculos no pudieran dar una brazada más. Entonces me dejaba arrastrar boca arriba por la corriente, hasta el pequeño saliente de tierra por el que había podido acceder al agua.
El dolor físico era cuando podía hacer en mi desesperado intento por evadirme de la Realidad. Mi Realidad... Siglo XXI, en plena guerra. Desconocía los motivos. Nuestra aldea vivía de espaldas al Mundo. Pero de nada nos sirvió escudarnos a la falda de nuestras montañas, de nada nos sirvió...
Aquel jueves, un día de paz como todos aquí, llegaron un puñado de agentes vestidos de impoluto blanco, se llevaron a cuanto joven mayor de 13 años encontraron. Fusilaron al resto sin piedad. Yo me libré. Era jueves, y yo nadaba río arriba. Mi hermano Álex se negó a ir a un guerra de la que no se sentía soldado. Lo fusilaron, como a uno más. Sin contemplaciones.

Cuando llegué a la aldea todo cuanto quedaba de mi gente, era una pila de cuerpos inertes y ensangrentados. No dejaron títere con cabeza. literalmente...
No lloré. Me limité a regresar a la ribera de mi río, a desnudarme por segunda vez aquel día, y a dejarme flotar río abajo. Intentar paliar así el dolor que me mordía por dentro.

Mi último recuerdo, fue el día de la muerte de mi hermano.

Piezas desencajadas

No todas las piezas que salen de fábrica están diseñadas para encajar en algún puzzle. Algunas son defectuosas, otras simplemente son creadas para ser el repuesto de otra en caso de baja o contratiempo inesperado, piezas-comodín.
A veces se fabrican para permitir un encajado parcial. Otras piezas en cambio no encuentran el puzzle apropiado, y van dando bandazos sin rumbo de una caja a otra...
Ocasionalmente y casi de forma milagrosa, algunas piezas consiguen reunir a su alrededor un puñado de compañeras, formando una consistente red, y a su vez, un puzzle. Ocasionalmente y por razones incomprensibles, el fabricante de alguna de las piezas ya encajadas, la relega de nuevo a la caja.

miércoles, 3 de julio de 2013

#Microcuento

*Ring ring ring*
-¿Si? ¿Diga? ... ¿Quién es?
-Tu pasado. Vengo a recordarte lo felices que somos aquí sin ti.
-Lo mismo digo. *Pup pup pup* (cuelga)

miércoles, 26 de junio de 2013

#Microcuento

Mis suspiros están justificados. Debo respirar hondo. Conseguir aire suficiente para ambos. Si te hundes, bajar al mismísimo océano y respirar por ti. No pienso permitir que te ahogues. Ni en el fondo del mar de tus lágrimas, ni en la superficie a manos de tsunamis salados.
No me puedo permitir perderte...

lunes, 24 de junio de 2013

#Microcuento

No profesora, no he traído la tarea. Mi perro... Déjeme hablar, hombre. Decía, que mi perro vino asustado a mis brazos, arrugó mis apuntes, pero no pude negarle mi cariño en un momento de debilidad. Él está ahí siempre para mi. Se lo debo. No profesora, no hice mis deberes. Cumplí mi tarea. La tarea de ser buena ama.

Tacones rojos

Por dificultades en el último momento para adquirir los billetes, llegué a Madrid a medianoche, en un tren distinto del que había anunciado, y no me esperaba nadie.

Atocha se antojaba lúgubre, envuelta en una ligera penumbra. Arrastraba automáticamente una maleta desproporcionadamente grande para mi estancia allí. Apenas iban a ser tres días en un hostal de la plaza Neptuno. Apenas tres días, y yo arrastraba aquella maleta que contenía tres cuartas partes de mi guardarropa de verano, obligándola a cruzar Madrid.
Las ruedas emitían un sonido proporcionalmente desagradable al peso de mi equipaje.

La calle me devolvía el eco de mis tacones. Demasiadas horas sobre esos infernales zancos. Preciosos, rojo pasión, pero un calzado nada adecuado para cruzarse Madrid a pie en plena noche.
Podría haber llamado a un taxi. Tenía el teléfono de la empresa a mi entera disposición durante aquél viaje. No pagaría ni un céntimo de la factura. Además, mi secretaria se había tomado la molestia de guardar en la memoria aquellos números de teléfono que consideró necesarios en mi aventura por la capital.
No sólo eso, era una mujer realmente eficiente en su trabajo. Se tomaba muy en serio mi comodidad en los viajes empresariales. Ella era la encargada también de procurarme el equipaje de mano. No reparaba nunca en gastos, así se lo ordenó nuestro superior. No en vano, era la hija del jefe. No dudó en dejarle claro a Leticia que mi seguridad era primordial, indicación que la mujer siguió siempre a rajatabla.
Los retrasos del transporte, me dejaban siempre en mis destinos bien entrada la madrugada, y mi padre no consideraba seguro dejar a una joven empresaria desprovista de defensa. En el primer viaje a Barcelona quiso convencerme para que me dejara acompañar por un guardaespaldas a
sueldo que cobraba por horas. Me negué en rotundo.

Acepto ser el ojito derecho de mi padre, pero no que me trate como una indefensa. Como consecuencia a mi negativa, Leticia había recibido instrucciones de poner siempre en mi bolso un pequeño puñal, de dimensiones legales. Por supuesto, se encargaron de que supiera defenderme con él. De nada servía un arma si no sabías cómo utilizarla.


Aunque en esta cálida noche de Junio, de nada te va a servir. Aquella pequeña zorra llevaba mese presionando las negociaciones de venta de la empresa que me contrató. Y meses llevaba yo detrás de ella, persiguiendo su falda negra de tubo por todas las grandes ciudades empresariales a las que la destinaban.
Se recorría avenidas enteras tirando de su maletón, subida a esos tacones imposibles que le quitaban el hipo a todos los borrachos que se encontraba por la calle en su frenética carrera hacia el hotel en el que se hospedaría. Siempre llegaba de noche, y de noche se marchaba. No me ponía nada difícil mi misión, pero aún así la alargué todo lo que pude, con la esperanza de que mi jefe se tragara eso de “es muy escurridiza míster, no lo sabe usted bien”. Pero el jefe ya se había cansado de mi perorata. El juego y la persecución de mi conejito tocaban a su fin. No podía seguir deseándola entre las sombras de las ciudades a las que me arrastraba. No podía seguir espiándola entre las cortinas de su balcón cuando se desnudaba en las suites de los hoteles en los que dormía. No podía seguir así. Tenía que acabar con aquello, cobrar mi sueldo, con esfuerzo ganado, y olvidarme de ella y sus curvas. Sobre todo de sus curvas…

Doblaba una de las esquinas occidentales del Retiro cuando le di alcance. Sabía del puñal de su bolso, así que la estrategia era sencilla; arrancarle el asa del hombro y segarle la yugular con él.
Sinceramente, dejar huellas me daba lo mismo. El míster me había prometido, junto al suculento pago, un cambio inmediato de identidad, casa en la isla paradisíaca que
eligiera, y preciosas mulatas a mi entera disposición. Así cualquiera le dice que no al míster…

La única condición de mi trabajo, era no abusar sexualmente de la joven. La primera vez que me prohibían tal cosa en todos mis años como sicario. En fin, él paga, él manda.

Sujeté a la joven de la muñeca. En un movimiento totalmente inesperado lanzó el bolso contra mi cara. No pude preveer tal ataque, y la hebilla metálica que cerraba el bolsillo principal me golpeó con un sonido seco en el pómulo. Rabioso y confuso luché por recuperar el equilibrio. La joven no se había movido un ápice. Sobre sus tacones se erguía en posición de defensa, había dejado de lado la maleta y empuñaba el cuchillo en la mano que le quedaba libre, la otra seguía aferrando el asa del bolso con el que me había sacudido. Arremetí cegado por la furia contra su cuerpecito delgado y esbelto, nada me costaría derribarla y romperle las cervicales con un seco giro de muñeca.
La testosterona y el dolor palpitante de la cara me ofuscaron y ralentizaron mi ataque. Fallé la estocada. Su mente fría y las clases de defensa ganaron ese asalto.

Me encontraba a pocos centímetros de sus ojos, cuando un dolor helado me recorrió el vientre. No fue necesario bajar la mirada para saber que había hundido en mis entrañas aquel puñal de doble filo. Me llevé la mano a la herida, con el cuchillo aún anclado en mi carne. Ella seguía sujetando el mango, y con lentitud mortal giró de él como quien gira el pomo de una puerta, asegurándose así de que desgarraba todas y cada una de las arterias que cruzaran por allí.

La sangre goteaba espesa sobre la acera cuando yo caí de rodillas. Ella me sujetó de la frente, tiró del cuchillo y lo sacó de mi, destapando el orificio por el que se me escapaba la vida. Boqueaba mientras se me nublaba la mente. Aún pude verla marchar descalza, con los zapatos de aguja en la mano. Abandonándome mientras me ahogaba en mi propia sangre. 

jueves, 20 de junio de 2013

12ª Jam en #DiablosAzules

Sé a qué he venido. Sé, que no voy a salir de aquí con él. Que no volveré a prepararle descomunales bandejas de brownies...
Sé reconocer una despedida cuando la tengo delante.
Voy a echar de menos la rutina, nuestra rutina de médicos, pruebas, más pruebas, más médicos... Por increíble que parezca, sí, también voy a echar de menos a las enfermeras que le tiraban los tejos a mi novio moribundo. Voy a extrañar al médico consumido por la desgracia ajena, que nos recibía a diario intentando ofrecer la mejor de sus sonrisas.
Voy a echar de menos las noches en observación, en las que desconectábamos la maquinita esa tan pesada del "Pi...Pi...Pi...", para que no nos delatase mientras hacíamos el amor enloquecidamente sobre la camilla del hospital. Voy a echarte de menos, mi vida... Tú, que nos mantuviste a flote a ambos, desde el primer momento. Aquel primer momento fatal en el que con los papeles de tu diagnóstico delante, confesamos al equipo médico la imposibilidad de costear tu tratamiento. Aquel momento, en el que me deshacía en lágrimas, tú me abarcabas entera con tus brazos y me susurrabas con calma que, "en ese caso, brindaré con mi sonrisa por mis últimos días, porque tú estás en ellos, mi amor". Y yo, lejos de encontrar consuelo, no podía hacer otra cosa que llorar más fuerte.
Y aquí, sentada en el borde de la camilla en la que tantas noches nos amamos, sostengo su mano inerte mientras veo cómo el alma le desaparece de la mirada, dejando en su lugar una débil sonrisa. La sonrisa que dejan los cadáveres al irse sabiendo, que han sido felices.

martes, 18 de junio de 2013

#Microcuento

-Agente, no lo entiendo... Hasta el chico de los recados sabe que los cadáveres no sonríen, ¿por qué este sí?

-Verás hijo, hay quien ha sido tan feliz en vida, que arrastra las sonrisas consigo, hasta los mismísimos brazos de la Muerte.

sábado, 15 de junio de 2013

Será mejor que te marches

"Será mejor que te marches.."

Y sin mediar palabra, comencé a caminar. Me pasé la cinta de la mochila bandolera por la cabeza, y apreté el paso. Quería huir de su silencio, de él, de todo... Quería hundirme en la tierra, rebosar los mares con mis lágrimas...
Apenas había dado una docena de pasos, cuando algo tiró de mí. Me frené en seco. Volví la vista atrás, y lo miré; sentado en aquel banco, derrotado y abatido. Algo me empujaba a retroceder. A romper el silencio. Algo me decía, que irme sólo empeoraría las cosas. No cuestioné a la voz que me gritaba desde dentro "¡RETROCEDE, IDIOTA!" Simplemente deshice lo andado.
Apoyaba la frente contra el mástil de la guitarra que nos acompañó aquel día. Se le veía tan vulnerable... No quería guerra, ni gritos, ni finales. Sólo quería estar allí, hablar, convencerle, convencerme, de que no podía acabar así. De que merecía, merecíamos la pena. Sólo quería susurrarle que "rendirse nunca fue una opción".
No me oyó llegar. Me quedé frente a él hasta que levantó la mirada.

"No me voy a ir a ninguna parte. No sin ti".

viernes, 7 de junio de 2013

11ª Jam en #DiablosAzules ((Relato ganador))

Siempre he temido la Muerte. Miedo a lo desconocido. Al, "¿qué habrá después de...esto?". Ya no.
Y aquí estoy. Sentada. Con la mente en otra parte, pensando en estos últimos días, en mis ojos enrojecidos ocupando todo el espejo del baño, en el espejo del baño hecho añicos, en mi mano temblorosa, tentativa, cerrando los dedos en torno a uno de esos desiguales fragmentos, cortándome la palma de la mano por miedo a lo que habrá después de cortarme las venas. Aquí estoy. Borracha de pena...
No tengo miedo. Ya no. Me da igual lo desconocido. Me da todo igual. Hasta ellos. Hasta yo misma. Todo.
Y de la nada brota un instante de lucidez, en medio de esta vorágine de locura que me envenena por dentro. "Valeria", me dice una voz calma desde el interior de mi cabeza. "Valeria, piénsalo... Hay fronteras, que es preferible no atreverse a cruzar. Valeria, ¡REACCIONA, joder!".
Demasiado tarde. Ya no tengo miedo. Esta vida es mucho más terrorífica que cualquier cosa que pueda esperarme al otro lado de este alfeizar...

lunes, 3 de junio de 2013

Espinas

Intento asumir que voy a tenerla siempre clavada en la memoria. Su voz. Su tacto. A veces acuden en la noche. Y me inquietan. A veces no logro recordar cómo era el timbre que caracterizaba su voz. A veces me cuesta evocar las facciones de su rostro. A veces, incluso, la he echado de menos.

Pero es un secreto. Ella es mi secreto. Prohibido. Vive en mis recuerdos. En mi memoria. En las caricias que me acunaban con ternura antes de irme a dormir. Vive en esas palabras que como espinas, llevo clavadas muy dentro.

Antes luchaba por deshacerme de su recuerdo. Ahora, necesito más que nunca hacerlo mío. Y espero que siempre, al menos una pequeña parte, sea mia.

Hasta siempre, compañero...

Él tiene más hambre que yo. Con sus ojillos color avellana me suplica sin palabras cualquier cosa que llevarse a la boca. Cualquier cosa que durante unas horas le pese en el estómago.
Ya son tres días sin comer. Yo lo llevo algo mejor, pero su naturaleza golosa no le da tregua.

Nos va pesando el invierno… Mi chaquetón promete deshacerse sobre mi cuerpo en cualquier momento. Es algo chapucero, pero he podido remendarlo según se abrían los boquetes sobre la tela, aunque entre tanto agujero mal cosido ya se cuela el viento que nos azota por las noches. Ese maldito bastardo que va segando vidas. En silencio. Sin que nadie pueda hacer nada por evitarlo. Este año ya van cuatro compañeros que han probado el dulce beso de la Dama Negra.
El Mundo no tiene escrúpulos. Nos relega a las calles, nos olvida, ignora nuestras súplicas, vuelve la cara ante nuestro dolor. Nos dejan a solas con nuestros demonios. Con nuestros demonios, y con ella… Saben que hará el trabajo sucio con el que ellos no quieren mancharse las manos. Saben que es sólo cuestión de tiempo. Saben que el frío barre la ciudad de vagabundos y drogadictos portadores de mugre y a saber de qué más. Las calles son crueles, al igual que los autómatas que las recorren. Es menos doloroso recibir insultos y miradas despectivas, si tengo el consuelo de poder refugiarme en el olor tostado que impregna su pelaje.

Hoy es una noche espacialmente fría, a pesar de estar ya bien entrado el mes de Marzo. Estas temperaturas no suelen ser suficiente para matarnos. Ya lo hacen por ellas las gripes y los resfriados que cogemos.

Dante ha notado mi amago de tiritona y se ha pegado más contra mí. Se lo agradezco controlando el temblor y quedándome inmóvil. Soporta muy bien las temperaturas glaciales, pero es todo un tiquismiquis a la hora de dormir.
“No hay ni una nube. Esta noche va a helar pero bien.” Madre mía… Empiezo a hablar como mi abuela, que en paz descanse.
No hace muchos años que fui niño. Crecí a la vera de una abuela cariñosa, que le hacía competencia al hombre del tiempo. Ella no necesitaba de estudios meteorológicos. Le bastaba con mirar al cielo, como hago yo ahora mismo.

Todos los días el mismo parque. “La bombilla” lo llaman. Y no sé por qué, si siempre está en penumbra. Dante elige el sitio por mí. Desde luego tiene buen gusto este perro. A estas alturas del año a las 8 ya suele ser de noche, y los compañeros empezamos a recogernos en refugios improvisados. Dante y yo no cargamos apenas con nada, por lo que montamos el campamento donde nos place. Ir ligero de equipaje tiene sus pros; no debemos preocuparnos de que nos desaparezcan las pertenencias en algún descuido, tan sólo de cuidarnos mutuamente.

Dante fue el regalo de mi abuela en mi vigésimo cumpleaños. Su último regalo. Y mi último cumpleaños con ella. Dante era lo único que me quedaba… Aquel cachorro de pastor alemán me enjugó las lágrimas el día de mi desahucio, y soportó a mi lado las palizas varias de los gamberros borrachos que encontraban divertido atormentarnos. Proporcionalmente al ritmo de su crecimiento, aumentaba la popularidad de Dante entre la comunidad de vagabundos. Se convirtió en un guardaespaldas nato. No volvieron a ponerme la mano encima.

Empezaba de nuevo la ópera de mi estómago hambriento. El de Dante le hacía los coros. Miraba al cielo ensimismado mientras pensaba en el dolor de las pérdidas. El desgarro interno que sentí al perder a mi abuela… Aquella mujer, siempre envuelta en
un halo de sabiduría llevaba el dolor marcado a fuego sobre las arrugas que coronaban su frente. Huérfano desde que me alcanza la memoria, crecí bajo el amparo de una viuda cariñosa. Ella comprendía mejor que nadie mi pérdida. Ella era el parche que sostenía mi existencia. Con su muerte no sólo perdí la única fuente de amor que había conocido. Con ella también se fue el techo que consideré hogar. El banco no entendió (o no quiso entender) nuestro arreglo, y me quedé en la calle con 21 años sobre los hombros, el vacío que dejó mi abuela, un cachorro de Pastor Alemán, y lo puesto.

Parece mentira que en pleno centro de Madrid las estrellas sean tan visibles. Por lo general, la contaminación lumínica que colorea de naranja el cielo nocturno, nos priva de tal espectáculo. Me ha gustado desde siempre mirar el cielo de noche, y perderme en la belleza de los astros. Estudié lo suficiente como para saber que esos puntitos brillantes no son más que bolas gaseosas incandescentes, y no espíritus guardianes velando el imposible sueño de los insomnes, y guardando del mal a los afortunados que consiguen dormir. Aún así, soñador por naturaleza, prefiero la versión no justificada por la ciencia. En este Mundo cruel, la fe y la fantasía nunca están de más.

Oigo a lo lejos un reloj dando la hora. Ya es bien entrada la madrugada. Creo que hace un rato dieron las tres. Y como ya predije, está helando.
Empiezan a pesarme los párpados, y con Dante entre los brazos una certeza se instala en mi interior: hoy viene a por mi. Sin previo aviso la Dama Negra ha decidido posar sobre los míos, sus labios envenenados de muerte. La hipotermia se ha apoderado de mi cuerpo. No puedo moverme ya. Es demasiado tarde para restaurar las funciones vitales. No siento calidez alguna.


Sólo soy consciente de lo más básico; en las alturas, miles de millones de estrellas, bajo mi cuerpo, el césped escarchado, Dante contra mi pecho sigue emanando calor, ajeno a mi fin. Su penetrante olor me envuelve cuando ella llega, y me siega para siempre el aliento.

jueves, 30 de mayo de 2013

GRABANDO... (Cuento finalista del certamen Hijos de Mary Shelley)

Portazos, gritos… Era un ritual para nada desconocido. Ella, arrinconada en su cama, acosada por una maleta abierta y vacía sobre la que el aire enrarecido sostenía una orden muda: “llénala con lo imprescindible”. Era verdaderamente amenazadora. Aquella maleta abierta simbolizaba la rendición, el fin del único núcleo familiar que había disfrutado, el mismo que en ese instante deshilachaba sus últimos hilos de unión.
Estrechaba contra su pecho un harapiento peluche que en algún momento de su existencia había sido blanco y peludo. Desde su mente, le susurraba palabras de ánimo a ese ser inanimado. Juntos habían pasado por momentos desagradables como el que se desarrollaba aquella mañana de domingo. Acariciaba su deforme cabeza, acunándolo contra su pecho con un profundo sentimiento maternal, tratando de encontrar así serenidad entre el vocerío huracanado que asediaba su casa.
El volumen de la discusión aumentó de tal modo que logró traspasar los auriculares que inútilmente trataban de aislar a la joven.
Ésta, apretó los párpados fuertemente contra sus ojeras, y apretó aún más al peluche contra su pecho. Era algo mayor para esas cosas, pero le daba igual. El griterío llevaba un ritmo frenético, subió el volumen de la música con la esperanza de ahogar los reproches que se colaban por las aristas desocupadas del umbral de su habitación. ¿La canción? Era lo de menos. Había elegido ésa y no otra entre su selección de rock por la voz del cantante principal, desgarrada y gutural. Apenas vocalizaba, pero aquellas atronadoras cadencias eran las únicas capaces de ahogar mínimamente el estruendo de las dos bestias que se batían en el salón de su casa.
De nuevo, otro portazo. Las puertas, como ella, eran los personajes secundarios que sufrían en primera persona aquellos devastadores encuentros.
Los ojos escocían. Lágrimas dejaban tras de sí cálidos y húmedos rastros. Parecía imposible entre aquél descontrol, pero agotada, cayó rendida, sumiéndose en un profundo y reparador sueño.

Desesperación. Rabia. Súplicas ignoradas. Cuchillos afilados. Arterias interrumpidas. Silencio. Paz. Muerte.   


Despertó con el cuello rígido y dolorido. Su postura no era la más indicada para dormir, y ahora su cuerpo sufría las consecuencias, resultado de horas en mala posición.
En el horizonte, la urbe empezaba a encenderse progresivamente. Había dormido durante todo el día. Empezaba a desperezarse con actitud felina cuando algo rompió el silencio que abrazaba sus oídos; rasguños en la puerta. Supuso que después de discutir, a nadie se le ocurrió bajar al perro a la calle para que el animal desahogase su vejiga.
La maleta seguía ahí, tal y como la había dejado su padre por la mañana; abierta.
A duras penas y con gran esfuerzo logró incorporarse. Su cuerpo se quejó, obligándola a proferir un par de gemidos. Abrió la puerta a su desasosegada mascota, que buscó refugio a los pies de su dueña. Sus ojos se veían desorbitados por el terror, y en su hocico había una costra de sangre seca.
“Algo no va bien…”
Tardó un par de segundos en percatarse del putrefacto olor que en ese instante se colaba por la habitación como un fétido aliento

La fría y cenicienta luz del ocaso aportaba a la macabra escena un surrealismo propio de las escenas de terror. Ante ella, dos cuerpos inertes.
Los listones de madera del umbral cedieron como mantequilla derretida bajo la presión de sus esbeltas manos. Su garganta sufrió la quemazón propia de la náusea tras descubrir ríos de sangre empapando las sábanas, diminutas gotas en los rostros fríos y espantados, e imborrables manchas estrelladas en las paredes.

El primer impulso tras varios minutos de quietud total, fue abalanzarse hacia la puerta del piso. Tironeó nerviosamente del picaporte, al tiempo que descubría con horror los fragmentos de la llave sobresaliendo por la cerradura. Estaba atrapada en un ático con los cadáveres de sus padres en plena descomposición y en los pisos inferiores hacía meses que no habitaba ningún vecino… El pánico se apoderó de ella. Estaba atrapada.
El terror se cernía sobre sus ojos, se movía frenéticamente por toda la casa. Sopesó la huida por la única vía de escape disponible; las ventanas. El único inconveniente era que tras ese vacío, encontraría la muerte, aunque, a pesar de ello, se planteó dejarse caer por una de ellas. Los bordes de su mirada empezaban a difuminarse, se mareaba y caía… Caía…

Arrepentimiento. Dolor. Ternura. Productos de limpieza. Sangre difuminada.

La quemazón en su nariz fue la culpable de devolverla a la realidad. Un penetrante olor a amoniaco le destrozaba la pituitaria desde el interior. Con el raciocinio aún abotargado consiguió incorporarse entre arcadas y mareos. ¿Qué hacía tan de mañana tirada en el sofá? La confusión nublaba aún más, si cabe, su pensamiento.
08:00 A.M. marcaba el reloj digital del salón. Por el resquicio que quedaba libre en la puerta del cuarto de sus padres se colaban unos pálidos rayos de sol, propios de la estación invernal, tan fríos, que podrían ser bruma. La puerta estaba entreabierta. No consiguió rescatar de sus recuerdos imagen alguna, pero intuía que algo había sucedido, pues un nudo doble le atenazaba la boca del estómago. “Paranoias”, susurró desde su mente al verlos sumidos en un profundo sueño.

Era temprano, desconocía el día de la semana que vivía. En su rutina nada cambiaba de un lunes a un jueves, sufría la misma monotonía fuera un día u otro. Por lo que decidió darse el gusto de regresar al cálido abrazo de sus sábanas, y arañar un par de horas más de sueño, ya que tenía la sensación de no haber dormido apenas aquella noche. Sentía brazos y piernas agarrotados, pero no recordaba haber hecho esfuerzo alguno en días anteriores. Sin darle mucha más importancia se dejó arrastrar de nuevo por el cansancio.

Despertó a mediodía. Hasta ella llegaba el inconfundible aroma de las tostadas a punto de quemarse. “Papá anda hoy despistado…” Buscó a tientas sus pantuflas y salió a saciar el inminente apetito que despertaba en su interior.
Se lo encontró sentado de mala manera sobre un taburete en la cocina. Tenía la mirada perdida… Supuso que una mañana más se había despertado agobiado por la falta de trabajo y decidió pasar de puntillas sin llamar su atención. Rescató una tostada a medio quemar, y pegó un trago de zumo directamente del envase.
Seguía sintiéndose agotada a pesar de las horas de sueño extra de las que había disfrutado.

Con su padre en la cocina, y su madre probablemente dormida aún, aprovechó para ojear su correo y las redes sociales en las que se movía desde el ordenador que descansaba sobre la mesa. Sobre la pantalla, una pequeña webcam sujeta con una pinza. Algo llamó su atención; el piloto verde estaba encendido... Algo se revolvió en su interior. Buscó la carpeta en la que por defecto se guardaban todas y cada una de las grabaciones.
Había videollamadas privadas que nadie debería haber visto. Una punzada de vergüenza se apoderó de ella. Sintió un repentino impulso de borrarlas en un desesperado intento por hacer desaparecer ciertos datos, pero le pudo más la curiosidad de saber qué había grabado esa cámara de incógnito.

Al fin dio con la carpeta y la grabación adecuada. Recordaba esa videoconferencia, había tenido lugar la mañana de domingo en que sus padres comenzaron su discusión. Aquél bélico encuentro que temía, pusiera fin con sus puñales a la familia.  

El vídeo duraba varias horas. Adelantó la grabación en el reproductor de su ordenador hasta llegar a un punto en el que se distinguían gritos aterrorizados. La sangre se heló en sus venas cuando se vio aparecer a sí misma por los márgenes de la pantalla con los ojos en blanco, el pijama bordado con sombras intestinales, y carne inclasificable resbalando por el filo de un cuchillo entre sus manos.
Petrificada como se había quedado, continuó viendo la grabación. Volvía a aparecer varias veces. Se vio a sí misma reaccionar tras encontrar los cadáveres de sus padres, vio también cómo perdía la consciencia sobre el sofá del salón, y cómo, sonámbula, iba a la cocina y regresaba con paños y amoniaco. Se observó cómo arrastraba el cadáver de su padre hasta la cocina y escuchaba de lejos la conversación que tenía con él, simulando que desayunaban, como si todo aquello fuera parte de su rutina.

Observaba incrédula todo lo que ante sus ojos acontecía. Llevaba mucho tiempo harta de despertar los fines de semana entre griteríos acusadores. Harta de los intentos por involucrarla a favor de uno u otro… Pero jamás se creyó capaz de asesinar a sus padres –consciente o inconscientemente- en un intento de acallar sus rencillas.
Algo se removió a su espalda, alertándola de una presencia. La que un día fue su madre, pues aquél amasijo de cabello enredado y piel putrefacta no lo era en absoluto, empuñaba el mismo cuchillo de cocina que ella, horas antes, había utilizado para segar sus arterias.
El rostro, desencajado, destilaba sed de venganza. Cuando la joven quiso darse cuenta, el filo de aquél cuchillo ya hacía estragos entre sus vísceras, desgarrando tejido y bañándolo todo por la viscosidad de su sangre.

No había nadie para apagar el ordenador. La cámara continuó grabando.


Pasaron unas semanas antes de que el portero del edificio detectara la falta de movimiento en el ático y diera aviso a las autoridades. Fue necesario echar la puerta abajo, ya que las esquirlas metálicas continuaban en la cerradura, impidiendo su funcionamiento.
Los agentes encontraron a la joven en proceso de descomposición ante la pantalla de su ordenador, con el cuchillo hundido en su vientre, y una mano aún fija a su empuñadura. A sus pies, lo que quedaba de su madre.

Accionaron la reproducción del vídeo que grabó la cámara. Vieron cómo la joven se llevaba un cuchillo de la cocina tras tomar el desayuno, cómo arrastraba a su difunta madre hasta el salón, y cómo simulaba que era ella la que acababa con su vida.

martes, 28 de mayo de 2013

"Matrimonio" como eufemismo de "contrato de permanencia"

No creo en el matrimonio. Lo veo como un eufemismo de "contrato de permanencia". Como si fuera necesario atrapar los sentimientos que hay entre dos personas, en la tinta de una absurda firma sobre un documento que las instituciones reconozcan como "oficial".
Para mi no hay mayor prueba de compromiso mutuo, que cicatrizar las heridas de la persona que amas con el antiséptico más natural que existe; el cariño.
Eso, ante el sistema es poco menos que nada. Pero entre dos personas es el comienzo de TODO.

Puede, y sólo, puede, que alguien en el transcurso de la historia haya pensado; "oh, si me caso con él/ella tendrá motivos para quedarse a mi lado siempre. No lo perderé. No sé irá.." Craso error. Si quiere irse, una firma sobre un folio no va a impedírselo.
Y digo yo, ¿no será más lógico, darle motivos a esa persona día a día para que se quede contigo? ¿No es más fácil daros tiempo, y enredaros en vuestros propios sentimientos hasta el punto de no retorno? Sí, ese punto en el que sincronizáis tanto, que sentís como uno sólo.

Esto es sólo una opinión. Y ahora, si alguien tiene algo que decir, que hable ahora o calle para siempre...

¡A las trincheras!, se avecina tormenta..

Odio los vientos fríos y racheados. Siempre traen consigo metralla de guerras pasadas. Siempre. Y siempre también lo acompaña algún tipo nuevo de munición.
No sé que será peor, si las balas antiguas que conocen mis heridas abiertas, o las nuevas, que exploran mi carne abriendo nuevos boquetes en ella.
La combinación de ambos no es letal, pero el intervalo de tiempo entre una tormenta y otra ha de ser lo suficientemente duradero como para dejar que selle al menos una cuarta parte de las heridas. Lo justo para no desangrarme por el camino...

domingo, 26 de mayo de 2013

Hay que ser un poco niños

Me paso todo el tiempo que puedo sentada en el suelo. En los andenes, en el metro, incluso en la calle. No por vagancia. No por comodidad. Simplemente me gusta verlo todo desde abajo. Pero desde una altura inferior a los demás. Me gusta porque me recuerda a cuando era niña, y entonces sí, lo veía todo desde un "abajo" inferior a los demás.

Hay cosas que sólo pueden verse a la altura del suelo, inferiorizando tu posición. Hay cosas que sólo pueden verse desde la altura de un niño, y con los ojos de estos.

jueves, 23 de mayo de 2013

Todos miramos. Pocos vemos realmente.

Esa chica que se sienta en frente a mi quiere parecer fuerte, segura de sí msima y con carácter. Entre sus amistades es la líder, pero aquí, rodeada de extraños, se esconde tras la máscara de pestañas, y enmarca su rostro con la melena que cae en una cascada castaña.
Necesita gafas para ver correctamente, pero es una inseguridad más. Al entrar en el vagón y perder de vista a su madre, se las ha quitado de la forma más discreta y apresurada posible.
Tiene los labios preciosos, y la sonrisa le llenaría la cara. Pero el aparato corrector adosado a su dentadura es una traba más en el camino por sentirse a gusto dentro de ese pellejo.
Escribo sobre ella y probablemente lo haya notado. Pues la última vez que levanté la vista de mi cuaderno para examinarla sin discreción alguna, me ha fulminado con la mirada. Pequeña, a mi no me engañas, sé que es todo teatro...

El hombre del jersey a rayas vive en una relación sin presente ni futuro. A todas las chicas del tren nos busca rasgos comunes con la mujer de la que un día se enamoró, y que a día de hoy, para él, es poco más que una desconocida.
Se siente culpable por desnudarnos con la mirada. Se siente aún peor por no notar la erección en sus pantalones, por vernos (aun desnudas en su mente) como bellas obras de arte, y no como objetos de excitación. Sufre por quererla a ella, tan difícil a veces, y no a cualquiera de nosotras, aparentemente más sencillo. O eso se consuela pensando. Para justificar su masoquismo siguiendo al lado de la mujer que siempre le deja para mañana.

Un empleado del consorcio de transportes se rebela contra la imposición de su uniforme. Entre tanta gente no puedo verle la cara, pero sé que el color granate de su chaleco no le gusta. Tampoco el gris marengo de los pantalones de traje, y compensa ambos disgustos con unos excéntricos zapatos de piel (falsa) de serpiente, barnizados con algún sucedáneo plateado.
Realmente son unos zapatos horribles. Pero el uniforme lo es más, y casi podría decirse que consigue el objetivo de eclipsar tan horrible conjunto.

El chico negro que toca la guitarra en medio del vagón es con diferencia el tipo más feliz de todo el tren. Su delgadez, los pómulos sobresaliendo de su cara, los pantalones arrugados bajo el cinturón, esos brazos menudos... Delatan que su dieta es intermitente; come un día sí, dos días no. Pero sonríe, y le brillan los ojos. Es más feliz que nadie porque rodeado de la nada casi absoluta, ha aprendido a valorar las pocas pertenencias que posee. Porque las escasas monedas que tintinean en sus bolsillos, las ha conseguido de forma honrada, haciendo lo que realmente a él le gusta. Cantar.

10ª Jam en #DiablosAzules

El dolor de los niños que se saben abandonados. Aquellos niños que sufren cómo las personas que aman los apartan de su vida sin poder evitarlo.
Niños condenados a ser sombras de sí mismos. Sombras frías que ignoran la sensación de calidez implícita en un abrazo. Nunca van a conocer los diálogos mudos, compuestos únicamente de miradas y medias sonrisas. No van a entenderlos. Sólo saben moverse por el dolor. Están tan familiarizados con él, que nada les cuesta inflingirlo. Buscan alivio en el tormento de otros, o destruyéndose a sí mismos. Como Valeria. Pequeña muñeca rota... No es tan niña, pero aún lo parece. No está tan rota, pero sí muy mal remendada.
Toda ella cubierta de heridas-cremallera. Sus finos bracitos de porcelana recorridos por cientos de pequeñas líneas difusas. Salvo tres, en el antebrazo izquierdo, que parecen haber sido trazadas sin apoyo aparatológico de utensilios tales como reglas, escuadras o cartabones. Plasmadas con prisas sobre la carne. Con las prisas propias de alguien a quien la vida le molesta y quiere sacársela de encima. Alguien que no deseaba nacer. Alguien que hunde continuamente el acero en su piel con la esperanza de que por los orificios abiertos, borbotée ese veneno que los condena a odiarse.
Niños como Valeria, enfermos de dolor. Enfermos de sí mismos.

viernes, 17 de mayo de 2013

MADRID FUE TESTIGO

Unas ornamentadas puertas de hierro forjado marcaban la frontera que delimitaba el mundo real del que en las próximas 3 horas sería Su Mundo. Se encontraban totalmente inmersos en el desarrollo de su peculiar historia, la que habían erigido entre los dos durante los meses que pasaron hablando. Nada que no fueran ellos importaba ahora.
Aquellas noches privándose de dormir habían dado fruto, algo único estaba floreciendo. Y allí se encontraban al fin, enraizando juntos, acurrucados bajo un minúsculo paraguas verde con un ajado banco de madera a modo de maceta, nadando en la profundidad de los ojos del otro mientras sobre ellos llovían hojas, que no agua como suele ser habitual, pues sobre sus cabezas, los árboles, con el tiempo enfermaron de soledad, y necesitados de compañía habían estirado sus ramas en todas direcciones, abrazándose así los unos a los otros, creando sin proponérselo una cúpula perfecta que protegía a los dos amados de la intermitente lluvia que humedecía el aire de aquella otoñal tarde.
Ella emergió un momento de la profundidad de sus ojos, los únicos que habían logrado transmitirla seguridad. Barrió con la mirada cuanto les rodeaba, y sintió algo abriéndose paso desde su interior, exactamente la misma sensación de desgarro que la invadió apenas una semana antes; el día que lo conoció en persona, día en el que desde lo más alto de la calle Preciados fue capaz de distinguirlo entre la multitud, visiblemente nervioso e inquieto miraba alternativamente la pantalla de su teléfono móvil y la marea de rostros sin nombre que amenazaba con arrastrarlo. Cualquier intento de describir la felicidad que invadió a aquella joven tan sólo por verle de lejos, sería tiempo perdido…
Bajo la atenta mirada de los moradores habituales del Retiro, Ella regresó a su punto de partida, regresó a esos inquietos ojos grisáceos, a aquella pupila perimetrada por una aureola ámbar que desde el primer momento captó su atención. Todos nos hemos sentido desnudar con la mirada, Él no retiraba prendas en su mente, Él conseguía desnudar su alma, algo que a Ella le inquietaba y fascinaba al mismo tiempo.
Así pasaron la tarde, la última que compartirían en mucho tiempo. Conscientes del paso de las horas, bebían ávidamente de sus labios, tratando de guardar para ellos los besos suficientes para cuando llegado el momento, la sed les ahogara. Memorizaban sus rostros, detalles insignificantes incluidos. Atrapaban con la mente fotogramas para que aquella tarde, el banco, el paraguas, sus ojos y los sentimientos, no perecieran al olvido.
Madrid fue testigo de cómo se enamoraron sin remedio, fue testigo de cómo en las entrañas de Ella el amor se abrió camino.
Fue testigo también de las lágrimas de Ella, y de Él con sus suspiros ante el inevitable momento de despido.
Madrid fue testigo, de cómo Alma-dulce quería, y Música la correspondía.
Madrid de noche y mojada le llegó al corazón a nuestra joven enamorada.
Madrid y su Retiro retiraron la coraza de dos corazones heridos. Madrid les unió, y Madrid, fue testigo.

http://www.youtube.com/watch?v=qAbBYrASLbo

jueves, 16 de mayo de 2013

#MicroCuentos

-Oh, siento una presión aquí cuando te siento cerca.. Creo que me he enamorado, ¡tengo mariposas en el estómago!
-No, cielo, lo que tú tienes son gases.

lunes, 13 de mayo de 2013

Costurera a pie de trinchera

Dicen que mostrarles tus propias cicatrices a los soldados con los que compartirás campo de batalla, levanta los ánimos. Por eso de quitarles el miedo que tienen todos a resultar malheridos. Deben ver que a pesar de haberte dejado como preparado de carne picada para hamburguesa, con tiempo consigues regenerarte.
Claro que, a pesar de volver a ser de una pieza, de vez en cuando las costuras que sujetan las heridas se dan de sí. No, eso no deben saberlo. Aunque a base de remendar la misma zona, terminas por encontrar la aguja y el hilo que mejor se adaptan para devolver la carne a su sitio una vez has sangrado tus demonios.

Las batallas te enseñan cosas realmente útiles. Costura, por ejemplo.
Aunque ocasionalmente se me puede saltar algún punto de sutura (por ir con prisas), procuro no dejar marcas que se distingan a simple vista. Hay que ser cuidadoso en ese aspecto. Debilidades ante los demás, las justas.

Tantas son las veces que coses los mismos fragmentos. Una y otra vez... Que acabas por familiarizarte con ellos. Ya no te alarmas como el primer día, en el que descubres que por todo el vendaje que pongas en torno a una herida, la sangre lo traspasará. Y no. No es suficiente con cambiarlo, y a otra cosa. Dudo mucho que tras una intervención quirúrgica convencional, el cirujano te dé el alta con un vendaje simple, y te mande a casa con una herida abierta.

Quieras o no, aprendes. De las guerras se sale. Ileso no, eso es mucho pedir. De una pieza, tampoco. Pero se sale.

domingo, 12 de mayo de 2013

Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador.


Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador.
Es un autómata.
Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador.
¿Quién es esa extraña de porcelana que me mira.

Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador.

Su rostro es todo ojeras. Tiene escarchada la mirada de primavera que, intuyo, fue alguna vez deslumbrante.
Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador.
¿Pero por qué me mira? Empieza a ser incómodo... Su cuerpo está aquí y se mueve. Ella no. Ella no está aquí. Está en otro lugar.
Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador.
Quiero gritarle y sacudirla, que me lleve con ella a ese estado acorpóreo en el que se encuentra. Debe de ser delicioso rondar por el mundo libremente mientras sin conciencia u orden alguna, tu cuerpo realiza las tareas programadas para esa jornada.
Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador.
Qué envidia...
Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador.
"Celia.." ¿Qué?... ¿Quién me llama?
Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador.
"Celia.." insiste un eco lejano.
Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador.

Algo tira de mi, la voz deja de ser un eco y me taladra los oídos. "Celia bonita, baja de las nubes. Hay una clienta, deja eso y hazte cargo." Aaaanda, era la profesora... Va venga, ya voy.
Levanto un instante la mirada, y me veo; ojeras violáceas, palidez casi mortal... El verde de mis ojos se ha atenuado.
Ah, con que era yo...
Buenos días señora, ¿qué le hago?

Mechón de pelo. Cepillo. Giro de muñeca. Pasada del secador...

#MicroCuentos

"A falta de nada mejor, cúbrete de sueños."

"Joven con quemaduras de tercer grado pierde el 65% de la piel." ¿Le decimos que se cubra de sueños?

#MicroCuentos

La cabeza me da vueltas. No, no llames al exorcista.

#MicroCuentos

Cada vez que alguien confiesa no creer en la Magia, muere un hada. Cada vez que alguien pronuncia un "te quiero" sin sentirlo, muere un corazón.

#MicroCuentos

-Forense, ¿causa de la muerte?
-Se le acumularon los sentimientos que no demostró en la cavidad ventricular. Vé agente, tiene un coágulo de "te quieros" aquí mismo.

#MicroCuentos

-Te será concdido un último deseo -dijo el verdugo.
-Déjeme huir, y venga conmigo. Usted está tan condenado por sus crímenes como yo.

sábado, 11 de mayo de 2013

9ª Jam en #DiablosAzules

Os sitúo; céntrico piso de Madrid. Patio de luces chapado a la antigua. Dos pisos y tres casas por rellano. Sin ascensor.
Madre mía como me pesan las piernas... Ni que hubiera corrido una maratón... Sólo por subir las escaleras... A ver cómo me mantengo a su ritmo. Su delicioso ritmo.
Es lo que tiene follar por la mañana, ¿sabéis? La pereza no suele ser un obstáculo, pero casi que a la próxima (sí, estoy seguro de que hay próxima, y réplica de ésta). Lo que iba diciendo, a la próxima la voy a proponer el trastero como escenario. Joder, sólo hay que bajar escaleras... "Va Cari, que los cuartos subterráneos, húmedos y mugrientos tienen su morbo.." Lo más probable es que no cuele, pero por intentarlo... Y ella es aún más perezosa que yo, eh. Tanto, que vive en el portal de en frente, y el idiota que se desplaza soy yo... No me llaméis calzonazos, lo hago sólo porque sus polvos son mágicos (y eternos), como ella... Porque me encanta desayunarme sus galletas integrales en la cama, y vengarme de su pereza dejándosela llena de migas.
Espera, que me he perdido, ¿he dicho ya eso de que sus polvos son mágicos y eternos? Creo que sí. Carlos majo, háztelo mirar que ya desvarías... Es ella, que me perturba...
Ya estoy, toco el timbre y se oyen al menos 3 cerraduras abriéndose. Ella, toda para mi. Sólo por tenerla así, despeinada y recién despierta merece la pena madrugar cada mañana.
"Hola corazón. Llevas la camiseta del revés... Anda, tira pa' dentro..."

viernes, 10 de mayo de 2013

Buenos días. O, buenas noches, es relativo..

Maravilloso círculo vicioso, la sucesión de los amaneceres.
Casi las 7 de la mañana, Morfeo se ha olvidado de mi... Todo empieza a respirar, a cobrar vida.
La Sierra a lo lejos aún duerme envuelta en sábanas de niebla. Madrid se despereza, apaga sus luces para encender la rutina. Incluso un sábado.

Se me encoge el pecho... Qué tendrá Madrid, o los amaneceres... Por un momento me atrevo a pensar que es la falta de sueño. Pero no. Me niego a creer eso.
Es preciosa se ponga lo que se ponga.. Bien el vestido de noche, o esta fresca vestimenta confeccionada por los primeros rayos de sol que osan sustituir la seda negra. Es preciosa, y sólo mía. En este momento es sólo mía. La he velado toda la noche desde aquí. Qué tendrá Madrid...

sábado, 4 de mayo de 2013

La lógica de los recuerdos

Van a doler siempre, los recuerdos. Tengo algunos archivados en pequeñas cajitas. Algunas de madera y con un cierre sencillo, otras metálicas, candadas bajo llave.

A veces abro un armario, y lo veo todo tan revuelto, que sin pensarlo demasiado me pongo a ordenarlo un poco. A veces en ese armario hay alguna cajita. Y a veces, en un impulso kamikaze las abro y despliego su contenido sobre la colcha de mi cama.

La de madera duele más. Soy tonta, sé que siempre acabo llorando con esos recuerdos, y aún así insisto en revisarlos pausadamente uno por uno, con cariño incluso.
Para otros no he encontrado un recipiente adecuado, y simplemente están en unos sencillos sobres de colorines. Oh, esos también duelen a pesar de la decoración externa.
En realidad duelen todos. La cronología no tiene influencia alguna en el dolor. Los recuerdos de la caja de madera son de 3 años atrás, y aún sangran. En cambio, los encerrados en la cajita metálica son apenas de hace un año, y están bien sellados. No hay lógica alguna en el dolor. Pero realmente, ¿hay lógica en algún sitio?

domingo, 28 de abril de 2013

Hablando de botones y pizza (parte 2)

De nuevo esa cocina. De nuevo estoy contra el umbral. ¿Café? Me pregunta. Sí. Sólo. Café sólo. Y frío. Con mucho, mucho azúcar.
En realidad está caliente... En realidad me da igual. En realidad ya todo me da igual. Hasta el café. Porque no llevo pantalones. Ni bragas. Porque estoy en su cocina, de nuevo. Esta vez desnuda. Esta vez tomo café. Esta vez me besa el cuello. Esta vez me da todo igual...

Me ha puesto el café por cortesía. Pero tengo la boca tan llena de besos que me impiden tomármelo. Y me da igual no terminarme mi café. Porque esta vez no se le quemaba la pizza. Sólo quemábamos el café y yo. Porque esta vez desabrochó el botón.

sábado, 20 de abril de 2013

SOS

A veces necesitamos que alguien nos rescate de nuestra propia tempestad. Lanzamos SOS's desesperados a un vacío que se lo traga todo, hasta las súplicas. A veces nuestras propias lágrimas nos ahogan, y sólo necesitamos un pañuelo que las absorba todas. A veces un cálido abrazo basta.

Son gestos muy pequeños y aparentemente insignificantes, pero su falta atrofia el bienestar emocional...

viernes, 19 de abril de 2013

Silenciamos el Mundo

Silenciamos el mundo. Nos sumergimos en un mar de acordes. Desconectamos. Todos con esos auriculares envolventes de colorines y formas variadas. Yo también ¿eh? Yo soy la primera que quiere acallar un poco al Mundo. Me gusta más observarlo mudo, como una película antigua en la que yo puedo ponerla la BSO que quiera.

8ª Jam en #DiablosAzules

No recuerdo en qué momento dejé de ser su orgullo, la niña de sus ojos. Sólo sé que de pronto sobraba en su vida, o al menos así lo sentía yo.
Descuida que no se molestó en desmentirlo, no trató de convencerme de lo contrario. Ni siquiera me regaló palabras vacías de un afecto diluido entre mareas de odio. Yo estaba ahí, me miraba sin verme, me ignoraba... Era más fácil que intentar comprenderme. Siempre que podía, optaba por la ley del mínimo esfuerzo, y escucharme debía de ser agotador, pues nunca lo hizo.

Yo tampoco luchaba por hacerme oír, todo hay que decirlo. Pero se acabó. Nunca volveremos a recuperar aquello. Nunca me mirarás y veré en tus ojos ese inconfundible amor que caracterizaba nuestra relación. Se acabó la tiranía, voy a obligarte a que me consideres, con odio si es necesario. Vas a escucharme, oh sí, quieras o no papá, vas a escucharme, porque tengo algo que decir.