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martes, 18 de septiembre de 2012

16-9-12

El resentimiento reverbera entre las cuatro paredes de este torreón, miradas como cuchillos vuelan por la estancia, y ella, a puerta cerrada se abraza las rodillas sintiéndose ahogar en tierra firme mientras su mente reproduce en bucle conversaciones y ritmos de rap.
Difuminada a lo lejos se recorta la Sierra. Quisiera escapar, perderse entre sus pinos, sentir la hojarasca susurrar poesía al ser pisada, a ser posible de su mano. A decir verdad, por salir de allí pagaría millones, pero por no tener, sus bolsillos no tienen ni pelusas, ni envoltorios de chicles, ni por supuesto dinero...
Y allí sigue acurrucada con esas horribles pero comodísimas mallas rosas de flores, y la primera camiseta azul marino que encontró nada más abrir el cajón de su cómoda. Se sigue abrazando las rodillas, recogida sobre una esquina de su cama; la balsa salvavidas que esa tarde evita su ahogamiento. Con el pilot como remo, trata de mantenerse a flote entre los tsunamis que no dejan de aflorar de sus ojos...

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