Lo que escribimos es lo único que quedará de nosotros.

sábado, 22 de septiembre de 2012

War...

Acordes de guitarra ahogan conversaciones y portazos. La música me aísla de todo, auriculares hacia fuera todo es ruido y angustia, en mis oídos en cambio se baila un vals entre gañidos rasgados de rock, y gemidos de una batería en respuesta a las violentas caricias de las baquetas.
Se respira un aire cargado y espeso. Siento cómo se derrama por mi tráquea buscando unos pulmones que encharcar.
Subo el volumen, los oídos se quejan, me da igual... No entiendo la letra, pero rezuma desesperación. Todo vuelve a ser silencio, pero la tensión sigue ahí.
Hay bombas antipersona desperdigadas por toda la casa, es demasiado pequeña para cruzarla y salir indemne. A puerta cerrada en mi búnquer espero a las víctimas de esta guerra desinfectante en mano, preparada para detener hemorragias y poner tiritas.
Llega el primero, no está muy maltrecho, le planteo brevemente cómo he planificado mi huida del campo de batalla, él sin saberlo me ha ofrecido una posibilidad infinitamente mejor, le tomo la palabra. Se va sin requerir mis cuidados. Inconscientemente me ha salvado él a mi. Vuelve a las trincheras, es el turno del bando contrario, lo veo más afectado, sí, pero no llega a derrumbarse en el umbral del no retorno.
<<Genial>> pienso, <<hoy no hay que despegar vísceras de la pared>>.
Escucho pacientemente, ella sola se va lamiendo las heridas tal y como lo haría una gatita despechada tras su primer encuentro violento con un gato callejero después de invadir su territorio.

De vez en cuando llega a mi un rumor de artillería ligera. Me preocupa más lo que no oigo...
Tan sólo soy una pequeña nación atrapada entre dos grandes potencias en constante conflicto, uno por cada flanco, no tengo escapatoria...
Hay también por ahí un pequeño islote, que como la Atlántida aparece y se esfuma a placer...

Resumiendo madrugadas.

Esmalte de uñas, tubos de pintura acrílica, salas de cine...
Sudor, sonrisas, gemido ahogados...
Vellos de punta, suspiros, imágenes...

La vergüenza se quedó fuera, fue el cansancio de uno de los miembros de la ecuación el que puso fin a dos pasos de la meta.

Resignación, deseo...Comprensión.

Entre tanta hormona la parte racional salió a flote, concediendo el descanso que tanto necesitaba <<Y>>.
Mientras, <<X>>, repasa la noche. Recuerda suplicar una pausa. Recuerda cómo su racionalismo naufragaba en un mar de sensaciones, recuerda perderse a sí misma en sus palabras, recuerda... Y se pierde de nuevo, navegando entre recuerdos...

Imágenes...

jueves, 20 de septiembre de 2012

Ladrona de madrugadas

Se me escaparon. Entre mis dedos se filtraron, y aquellas palabras que apretaba entre mis labios se me escaparon... Tú las recogiste, y aún no sé bien qué has hecho con ellas, aunque gracias por mandarme de vuelta las mismas palabras.

Madrugadas robándote horas, de sueño, de trabajo... Ladrona de palabras que viven entre los labios, ladrona de sonrisas, espero, ladrona de suspiros, de pensamientos... No hago más que asaltarte, siempre llevándome un poquito de ti. Finjo no darme cuenta, pero tú haces lo propio conmigo. Sin decir nada ya has comprobado que puedo luchar contra mis instintos naturales de descanso por ti. Dormir está sobrevalorado, ya lo dije yo. Dormir es una pérdida de tiempo si lo comparo con todas esas horas que invierto en conocerte, en saber quién es esa persona que resuena constantemente en mis auriculares, esa persona a la que abrazaría sin dudar cada vez que derramara lágrimas, esa persona a la que prestaría verdadera atención cuando necesitara ser escuchada... Dormir no es una opción cuando puedo pasar horas y horas evadiéndome con el imaginario sonido de tu risa al leer mis ocurrencias, absurdas, pero que consiguen sacar lo que probablemente más me gusta de ti; tu sonrisa.

martes, 18 de septiembre de 2012

17-9-12

Él es el único que vagamente la comprende. Sólo con mirarle puede distinguir en sus ojos avellanados el anhelo de libertad. Su cálida mirada aporta algo de familiaridad a tan fría y austera estancia...
Lo ve tendido sobre su cama, suspirando al recordar los verdes prados que antaño (hace apenas una semana) juntos recorrían, disfrutando de eternos atardeceres y saboreando los últimos rayos de sol, y una vez anochecía, se acurrucaban juntos, soplándole en la oreja al otro ronquidos silenciosos.
Aquel encierro del pasado era bien distinto, lo odiaba a menudo, sí, pero al menos tenía la consolación de una bicicleta para simular su libertad internándose en la naturaleza a base de dar pedales. ¿Qué tenían allí para consolarse? ... Nada, tan solo su muda presencia la ayuda a recordar de dónde viene. Lo intenta, pero apenas recuerda por qué cambió la inmensidad de su campo por semejante selva urbana...

Un estremecimiento la recorre al pensar cómo serían las cosas si él no la hubiera acompañado en su salto hacia lo desconocido.

Son dos almas libres encerradas en un gigante de hormigón.
Los días pasan y ellos se consumen... ¿Su consuelo? Enterrarse todas las noches en su pelaje, inspirar, y tratar de recordar el hormigueo que le producían los olores de madre natura...

16-9-12

El resentimiento reverbera entre las cuatro paredes de este torreón, miradas como cuchillos vuelan por la estancia, y ella, a puerta cerrada se abraza las rodillas sintiéndose ahogar en tierra firme mientras su mente reproduce en bucle conversaciones y ritmos de rap.
Difuminada a lo lejos se recorta la Sierra. Quisiera escapar, perderse entre sus pinos, sentir la hojarasca susurrar poesía al ser pisada, a ser posible de su mano. A decir verdad, por salir de allí pagaría millones, pero por no tener, sus bolsillos no tienen ni pelusas, ni envoltorios de chicles, ni por supuesto dinero...
Y allí sigue acurrucada con esas horribles pero comodísimas mallas rosas de flores, y la primera camiseta azul marino que encontró nada más abrir el cajón de su cómoda. Se sigue abrazando las rodillas, recogida sobre una esquina de su cama; la balsa salvavidas que esa tarde evita su ahogamiento. Con el pilot como remo, trata de mantenerse a flote entre los tsunamis que no dejan de aflorar de sus ojos...

domingo, 16 de septiembre de 2012

16-9-12

Campanilla sin Peter es una minúscula molécula más haciendo tiempo, viendo pasar las estaciones. Si bien es un hada, sin Peter es poco más que una carcasa vacía, todo vísceras y piel, pues su mente y corazón aún libres de tan terrenal condena pueden volar en su busca, dejando el cuerpo a merced del mundo.

El Mundo se enfada con Campanilla y la priva de Peter, la condenan en vida a errar por una ciudad que odia, pues sin su proveedor de polvo de hadas, ésta sustancia se evapora y la deja anclada en aquel infierno terrenal.
Se enfrenta a un gigante mastodonte al que desconoce, selvática fauna urbana por doquier, y ella, una minúscula hada sin su Peter; pierde el espíritu temerario que la empujaría a explorar, y se queda viendo pasar las horas encerrada en su habitación, por miedo a perderse de camino a la cocina o en la inmensidad del salón...
Escribe... Escribe mucho; derrama toda su ponzoña interior en forma de tinta sobre hojas cuadriculadas o austeras cuartillas blancas... La ponzoña son los pensamientos, los sentimientos, las palabras no dichas que en lo más interno de su ser se pudren y forman plastas de alquitrán, la única forma que tiene de diluir un poco tan espesa sustancia, es abriendo un hilillo el grifo, y plasmarlo todo con negra tinta de pilot sobre cualquier superficie.
Los Perdidos se lo han arrebatado. Los Perdidos son los niños que dejaron de serlo y ahora ocupan un lugar abarrotado de la pirámide poblacional, un lugar que ellos denominan << madurez >>, pero no son más que almas perdidas, cuerpos errantes que olvidaron ser niños, y que a falta de ocupaciones más provechosas se dedican a privar de Peter a Campanilla, y se sientan a ver cómo se consume sus energías en su intento por recuperarle...

10-9-12 Mañana por Pozuelo de Alarcón

Con los pies hinchados como única recompensa por no haberse perdido, llegó una sudorosa joven de campo a una olvidada biblioteca de Madrid. "Bendito oasis urbano de hormigón...", pensó nada más atravesar la puerta.
Llevaba ya varias horas en pie y empezaba a ser imperiosa la necesidad de sentarse, y para colmo apenas había logrado dormir esa noche. La causa de su insomnio de la disputaban los nervios ante las novedades que la esperaban la mañana siguiente, en la que colgaría su inocencia y debería madurar a base de paradas de metro, y la desesperante espera de un sms que no llegó... Deseaba esas breves pero intensas palabras como el hombre más sediento de la tierra anhelaría un único sorbo de un vaso de agua cualquiera.
Se negaba a dejarse abrazar por Morfeo sin antes haber recibido su ración diaria de polvo de hadas, y claro, semejante déficit de horas de sueño se acusaban entonces.

Con gesto totalmente distraído subía las escaleras de aquella estructura salvavidas que se erigía en medio del bullicio urbano, aquella estructura que le abría los brazos y la acunaría al son de nanas silenciosas. Tan solo el suspiro de las hojas al ser pasadas y el rugir de un estómago -el suyo- , rompían el silencio.

Es absurdo, pues no había estado allí en su vida, pero se sintió familiarmente abrazada nada más cruzar la puerta de la sala de lectura; el espectro de Rosalía de Castro flotaba en el ambiente. En medio de una locura de día, había encontrado lo único que no esperaba encontrar; silencio y paz.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Madrid

En un 7º piso, de un céntrico bloque en la ciudad más compacta del país, la Rapunzzel del siglo XXI siente más que nunca corta su cabellera.
Para su pequeña fortaleza abrazada por las montañas y con apenas unos metros cuadrados de asfalto, era innecesario escapar descolgándose por el balcón, pero allí, en semejante torreón rodeado de tan salvaje selva, apenas sentía seguridad fuera de su austera habitación. Tenía lo justo; música, libros, 500 folios en blanco y decenas de bolígrafos para rellenarlos, un aparato para recibir llamadas (que no enviarlas), y una ventana desde la que apenas apreciaba una ínfima parte del hormigueo de tan gigante bestia urbana.